FIRMA INVITADA
Ya hemos superado la campaña y las elecciones y, echando la vista atrás, resulta un poco incómodo ver cómo, telediario tras telediario, a algún reportero se le colaba un espontáneo interrumpiendo de manera grosera y vehemente el trabajo de alguien y gritando lo que parece haber sido el lema de la campaña
“Que te vote Txapote”. Hace unas semanas hablaba de hacer las cosas apasionadamente, ahora hay que ir mucho más allá. Dicen que la elegancia o se tiene o no se tiene, el saber estar, la prudencia, el decoro, la cordialidad.
Lo que se dice ahora tan repetidas veces es cierto, vivimos en una sociedad polarizada. Aunque suene a topicazo, quizá sea verdad porque hemos perdido todo lo anterior. El no ceder el paso por la calle cuando es necesario nos lleva a quejarnos y a despotricar contra aquel que no nos deja pasar y, a este último, contra nosotros por quejarnos e increparle.
Hemos olvidado que lo correcto es andar siempre por nuestra derecha, ceder el sitio a personas mayores, abrir y cederle el paso a las damas, ser respetuosos, dar los buenos días, las gracias y el por favor. Resulta quizá absurdo decirlo pero obviar todo eso nos conduce a ser más radicales y viscerales. Enmuchas ocasiones, pese a lo políticamente correcto, la sinceridad nos puede y rozamos la impertinencia. Como sociedad hemos avanzado mucho en derechos, por mucho que aún nos quede por avanzar, pero hemos retrocedido enormemente en ser educados y caballerosos por dentro y por fuera. Hemos descuidado las formas, el fondo y la estética.
Si echamos la vista atrás en la historia, las sociedades eran más violentas cuanto menos educados y respetuosos eran sus ciudadanos, ahora nos está pasando lo mismo, estamos retrocediendo. Padres contra hijos, amigos contra enemigos, izquierdas contra derechas pero todo de manera absolutamente beligerante, sin un ápice de cordialidad y, mucho menos, caballerosidad. Esto es comprobable hasta en la carretera: sipuedo adelantarte bien y cuanto más rápido sea mejor para poder quedar por encima de ti, y, por supuesto, el que se queda atrás pega la pitada del siglo.
Vivimos la vida a toda prisa, como una competición pero sin un gramo de deportividad: en los trabajos, en los colegios, instituto, universidades, con los amigos; hacemos de absolutamente todo una disputa por ver quien es el mejor y nos olvidamos de que la vida se vive codo con codo, se trabaja codo con codo y se disfruta codo con codo. Está bien tener aspiraciones, todo el mundo debe tenerlas para medrar en la vida, pero sin hacer que el objetivo nos haga ir pisándole la cabeza a los que nos rodean. La vida es una carrera en la que corremos todos en la misma dirección y juntos y en la que, por supuesto, no cuesta nada hacérselo un poco más fácil al que tienes al lado. Parece que el hombre del siglo XXI está más preocupado del “o conmigo o contra mí” que de vivir tranquilamente su vida.
Tenemos el afán constante de catalogar a los demás de laforma más ruda y menos delicada posible, lo hacemos todo con una violencia exagerada.
Es cierto que hoy día se ejerce mucha menos violencia física, pero se ejerce mucha más violencia mental contra nuestros semejantes y, nada más lejos de la realidad, deberíamos ser más delicados, elegantes, cordiales con los que no son iguales a nosotros, buscar qué es lo que nos une en vez de estar pendientes de qué es lo que nos separa, porque, desde luego, serán más abundantes las primeras.
Pese a todo, por suerte o por desgracia, la vida trata, entre otras muchas cosas, de elegancia, es una cuestión de estilo
Texto: Enrique Galán Gómez

