Las reglas se aprobaron el 23 de noviembre de 1595, el mismo día de solicitarse la licencia de erección de la hermandad, junto con un informe elaborado por fray Hernando, que afirmaba: «uisto he esta regla y capítulos della por mandado del señor prouisor y me parecen son buenos y que con la guarda dellos se seruira munho nro señor dios…». Don Iñigo de Lesiñana, canónigo, provisor y vicario general del Arzobispado, aprobaría al día siguiente la fundación y reglas de la hermandad, que seguirían, en esencia, la de los monjes basilios, encaminada a la caridad con los pobres y enfermos y al cultivo del alma a través de ejercicios espirituales y práctica de la penitencia. Nacía así la Hermandad de la Virgen de la Esperanza.
Apuntes históricos de los años posteriores hasta principios del siglo XX
El gran siglo XX
Llegaba el siglo XX y con él el gran momento de la Macarena. Reyes, toreros, folclóricas o políticos. Todos quisieron acercarse a esta hermandad que marcaba el rumbo de la estética y la devoción en la Sevilla de entonces. Rodríguez Ojeda como hermano mayor y vestidor señala este nuevo gusto por el vestir de la Esperanza. Se bordan las grandes obras como el manto camaronero, se construye una identidad que es imitada por todos. Fruto de la devoción que despertaba, el 27 de mayo de 1923 se dedicó el Arco de la Macarena a la Virgen de la Esperanza, en 1925 se hace el primer besamanos a la dolorosa. Las crónicas señalan que «todo el barrio de la Macarena desfiló para besar la mano de la Virgen, desarrollándose casos de verdadero entusiasmo y cariño difíciles de enumerar. Se calcula pasaron más de diez mil personas, siendo la nota simpática el hecho de encontrarse mezcladas una amplia gama de las clases sociales, desde S.A.R. Doña Esperanza de Borbón hasta la más humilde y pobre del barrio de la Macarena». Una historia que continúa hasta nuestros días y que muestra la grandeza de una devoción que reside en la Basílica que está junto a San Gil, aquella donde dice su veleta más alta: «Aquí está la Esperanza».
Joselito el Gallo y los toros
Pero toda esta historia de los últimos 125 años no se entendería sin una figura fundamental: la de José Gómez Ortega «El Rey de los Toreros». Gallito no se entendería sin la Macarena y la Macarena no se entendería sin Gallito. Una historia indisoluble que culminó en aquel mayo de 1920 con la Virgen de la Esperanza vestida de luto por su muerte, dejando una estampa imborrable y universal para la historia de la ciudad.
Su unión con Rodríguez Ojeda permitió que la Macarena desarrollara algunos de sus grandes proyectos entre 1915 y 1920, cuando el torero formó parte de su Junta de Gobierno. Junto a Gallito, también han sido hermanos de la Macarena; su sobrino, el también matador de toros Rafael Gómez «Gallito», que portó la Cruz de Guía de la cofradía; el cuñado de Joselito o Ignacio Sánchez Mejías, quien además donó un vestido con el que se le hizo una saya. Desde Pepín y Rafael Martín Vázquez hasta el que fuera extraordinario subalterno Andrés Luque Gago. Desde Julio Aparicio hasta Eduardo Dávila Miura, actualmente en la Junta de Gobierno. Familias como los Pablo Romero y Miura también han forjado su leyenda con la Macarena entre sus rezos.
Donaciones y regalos constantes a la Virgen. Su destino en la historia acabó ligado con todo un símbolo: el regalo de las mariquillas a la Macarena. Una joya parisina que se convertiría en una de las piezas más emblemáticas de la Semana Santa de Sevilla y que forman parte del icono de esta imagen de devoción universal que tendrá su gran homenaje cien años después de su muerte.
Esta hermandad, ligada históricamente a los toros, inaugurará el próximo mes de noviembre un monumento en su honor frente a la Basílica.