Hago esta carta para
invitar a la reflexión a
estas víctimas del afán
que les hace caminar con
unos zapatos que no les
corresponde
Vivimos con demasiada prisa que despista y desvía la atención. En este mundo escénico e interpretado, en el que gastamos los días con “likes” y “emoticonos” y despilfarramos las horas en el “show off” constante de sonrisas impostadas, debemos parar, tomar oxígeno y reflexionar. El otoño en Sevilla está siendo estrepitosamente ansioso, inundado de grandes y medianas citas en la ciudad de las celebraciones y efemérides de hasta por la apertura de un sobre. En medio de esta enfangada agenda social brotan personajillos, escudados en sonrisas hipócritas y con aparentes buenos hábitos de la sociedad más ilustrada, que son auténticos asalta corrales, aves carroñeras, cumbreantes obvios, que sólo buscan coquetear con el poder en un afán asfixiante por aparentar ser. Estas pirañas sociales que se afanan en pronunciar todas las eses al estilo del Barrio de Salamanca son trepas despiadados que no dudan en perder la dignidad con tal de estar, porque en sus manos no está el ser, que es lo importante. Mueven fichas sin descanso por ser invitados con calzador y sin paños calientes para dar a entender en la pseudo realidad social de las redes que están por ser algo más que agradadores sociales o mariliendres de las “señoras de”. En estos días de intenso trabajo como organizadores y coordinadores de actos, siento el aliento de estos seres cerca y, aunque en principio me creen rechazo, lo que acabo sintiendo es verdadera pena por unas vidas tan vacías, con falta de autenticidad. Sus redes son unos escaparates comerciales con falta de alma. Todo medido. Todo calculado. Nada al azar. Ni un flequillo despeinado. Ni una pose sin estudiar. Ni una cara sin que signifique un propósito. Todo mentira. Todo aparentar. Estos seres son admirables en su afán por estar en las listas de invitados, como adolescentes a los que invitan a las copas de una boda. Son osados y sin escrúpulos. Ante una no invitación, piden estar. Cuando se les niega por mil motivos de los convocantes, no dudan en descolgar teléfonos, provocar conversaciones, llamadas, emails y todo lo que sea necesario con tal de estar y poder contarlo el día después. Si para alcanzar sus objetivos tienen que provocar conflictos institucionales, no dudan en provocarlos. Todo vale con tal de estar. Al estilo del “Pequeño Nicolás”, pero en la Baja Andalucía. Sufrimos estos perfiles que ponen al límite la capacidad de empatía y la flexibilidad de las formas. Son seres persuasivos, vestidos de smoking, con fondos rastreros avergonzantes. Comentan en tertulias privadas que sienten pereza por estar, mientras amortizan toda la artillería de sus agendas para estar. Hago esta carta para invitar a la reflexión a estas víctimas del afán protagonista que les hace caminar con unos zapatos que no les corresponde, en un suelo que no les toca pisar, en unas mesas donde no debían cenar y cenaron forzando todas las costuras de la compostura social. Cuando empecé a trabajar en sociedad asumí dos cosas: Una, que mi revista debía estar en todo donde se cueza el segmento social al que nos dirigimos como medio en lo posible, con redactores y fotógrafos, para hacer su labor de soporte donde manifestar en un tono blanco la vida social de Sevilla y Andalucía. La otra, es que yo, a título personal, no iría a nada que no me invitasen. Jamás lo he hecho en los casi 18 años que tiene esta cabecera sevillana, ni en el desempeño de mi labor en otros medios generalistas, y no lo voy a hacer ahora con los cuarenta cumplidos y con casi más horas de cava y esmoquin que Don Jaime de Mora en la Marbella de los noventa. La vida social para mí forma parte de los mimbres de los que vive mi negocio, pero eso nunca ha restado autenticidad en mi vida y honestidad conmigo mismo. Donde no me quisieron no estuve. Nunca provoqué estar donde no me consideraban. Hasta ahí podría llegar la broma. Un hombre vale lo que vale su palabra y con ella su honor. Esta carta es precisamente una invitación a la que todos esos personajes decadentes están convocados para invitarlos a quererse un poco más. Invito a todos los que fuerzan invitaciones a tener más amor propio y no caer a los pies de los caballos con tal de estar, heridos, con magulladuras y acalorados por el laborioso e indigno esfuerzo de querer estar a toda costa. Les convido a esta reflexión y entren en las listas de las personas humildes de corazón que tienen la grandeza de vivir sus vidas y no las que inventan para ser proyectadas. Vivir de verdad y no de mentira. Si por una sola razón los convocantes y focalizadores sociales no les tienen puntualmente en listas es porque no tendrían que estarlo. Sin más y a otra cosa, mariposa. Donde no se es invitado no se debe estar. Por atractiva que sea la cita. Por encima de todo, está la dignidad. No se pueden usar malas artes y acabar siendo patéticos, porque, al final, todos sabemos todo de todos en una ciudad como Sevilla, que es el pueblo más grande de España, ya que corren el riesgo de convertirse en bufones sociales y ese san Benito les acompañará hasta el fin de los tiempos. Donde no le inviten no vaya. No se puede estar a base de codazos. Tan sencillo. Tan difícil al parecer…