«Trabajar por lo justo dista
una inmensidad de trabajar
por gustar a todos”
En la vida ser justo es de las cosas más complejas que existen. Ser bueno no es fácil, pero mucho más que justo sí que lo es. La justicia tiene mucho de ser fiel a unos valores y para ser leal a ellos no pocas veces se paga un alto precio. Hay quienes viven felices yendo a favor de la corriente, en el rebujón de la manada, en el pelotón de las ovejas encarriladas, en el soporífero afán agradador del viento a favor. Estos seres asumen la mediocridad como medio de vida, sumergidos en el gris que no desentona.
Esos son los que, a priori, tienen más recorrido en una empresa privada o en un partido político. Tiene bastante lógica, porque puede pensarse que no hay tanto tiempo para vivir en esa lucha vital. Sin embargo, hay quienes persiguen ese ideal y asumen su desgaste por aspirar a la justicia. Ser justo implica valor y no pocas veces hacer uso de chubasqueros. En ese camino florecen como setas los que estarán a favor y los detractores. Nunca se puede gustar a todos y partiendo de esa base se debe aceptar una realidad que por una cara tiene la dulzura y el sosiego de la comprensión, incluso la adhesión. Por la otra cara, actitudes de rechazo, de incomprensión voluntaria o involuntaria, incluso posturas retantes. Nada de esa dualidad que a veces puede darnos vértigo debe mermarnos en el trabajo por la justicia. Es la base que debe fundamentar nuestro discurso vital. Trabajar por la justicia puede implicar soledad. La bondad per se puede rozar la ingenuidad. La justicia requiere de una reflexión meditada, madurada y de una acción consecuente que la persigue. El valor de un hombre se mide en lo que vale su palabra. En esto uno debe ser consciente y decidir por vivir luchando, mosquetón en alto, o por optar por una mentira acomodada que evita cualquier tipo de confrontación. Tomar decisiones por lo justo implica cornadas que acaban siendo medallas de guerra. Quizás a la larga compensa no conformarse con lo que se nos viene dado y hacer de nuestro entorno un lugar ecuánime y equilibrado. Trabajar por lo justo dista una inmensidad de trabajar por gustar a todos. ¡Qué disparate! Jamás se logra ser del gusto de todos y sería frustrante osar a lograrlo.
Por ello, mi forma de ver la vida asume eso mismo: Ser del gusto para unos y del disgusto para otros. Los ingredientes del que persigue la justicia son claros: Coste, desgaste, momentos de soledad, templanza y la perspectiva que dan los años. A lo largo de mi vida he contemplado a grandes prometedores que, llegados el momento de dar un paso al frente, han optado por la comodidad sobre la decisión y el compromiso de la palabra dada. Pasa mucho en la política, en los círculos de amigos y en todos los ámbitos, porque el hombre tiene en su ser más atávico una necesidad imperiosa de supervivencia, de pertenencia, que le puede el pulso por cómodo y cobarde a la decisión y el cumplimiento.
No se puede estigmatizar al borrego social. Tiene bastante lógica como digo, pero no por ello puede bajarme del burro de aspirar a una altura de miras para una vez que se vive en este mundo. La incomodidad del justo es un peaje transitorio, porque al final la verdad tiene un solo camino y seguirá siendo verdad, por muchas vueltas que se le quiera dar. A la verdad, a lo honesto, a lo coherente y a lo justo es a lo que aspiran los valientes, por incómodo y costoso que sea.
«Sin embargo, hay quienes persiguen ese ideal y asumen su desgaste por aspirar a la justicia»