“Sevilla nos invita a vivir estos días como nuestro primer amor, adolescencia eterna hecha ciudad”
Sevilla por la Feria es un canto a la vida. Los sevillanos de todos los tiempos hemos entendido la vida como una Feria, en cada Abril, aunque ahora por mayo, caduca e increíble, alegoría deliciosa de lo efímero bajo el Sol y el cielo más azul. La vida es una fiesta que acabará difuminándose con el relente de la noche, pero que en la juventud de la mañana pasea triunfante sorteando adoquines y albero empapado del maná más sanluqueño en pequeñas dosis de alegría. Sevilla se viste de abril por mayo para ser la Sevilla de siempre y la bandera de toda España. La Feria se inventó en Sevilla para llenar un tiempo pagano entre bendiciones, en esos días entre la Pascua y las cruces de mayo que se funde con el Corpus, porque, como dijo García Barbeito en el II Pregón de la Feria de Abril, “Sevilla crea sus damas y altares para su propio deleite”.
“SEVILLA SE ADORA A SÍ MISMA Y MONTA SU FERIA PARA QUE TODOS LA VEAN”
Descontamos hojas de la primavera mientras escribo estas líneas empapadas del primer abril que es el mes de Sevilla para la edición de mayo de Escaparate. Llega un nuevo abril vestido de mayo y de mil colores, olores que saben a siempre, a eternidad. Tiempo alegre de castañuelas y buen vino, de tópicos y típicos renovados que convierten a la ciudad de los sueños en un lugar idílico donde vivir, enamorarse y hasta morir, lo más tarde posible. La Feria es para Sevilla como el albero para la Maestranza, como la guitarra al cante, como el sol al día y la luna completamente llena a la noche. Sucede que abril este año cae en mayo, porque Sevilla no es simétrica, ni siquiera su Plaza, catedral pagana de la divinidad del toro. Estos días se antoja Sevilla como un despertar emocional que se traduce palpable en alegría de su gente que resume un “¡Ay!”, acompañado de un guiño, y los forasteros vienen cada año a beber de la fuente y a imitar nuestras formas, con más o menos acierto, pero ansiosos por conocer cuál es el secreto que esconde Sevilla en torno a su Feria. Sevilla se despereza del letargo del invierno, iniciado en la cuaresma de recogimiento, para pregonar al mundo con un cielo de farolillos y miles de bombillas la fiesta de la vida o la vida entendida como una fiesta y una oportunidad única e irrepetible. Sevilla vuelve a ser el exceso, la fiesta como decía, porque hasta los pájaros aquí pían bien y los jardines se desbordan explotando de color, de ganas de vivir. Por balcones y ventanas desborda vida pura en macetas, tiestos y poyetes. Sevilla se llena en el año de trampantojos en un intento de mostrarse abierta, siendo hermética por definición y detectando lo que suene a imitación.
“LLEGA UN NUEVO ABRIL VESTIDO DE MAYO Y DE MIL COLORES, OLORES QUE SABEN A SIEMPRE, A ETERNIDAD”
Mucho se habla de nuestras casetas, privadas. ¿Acaso usted deja entrar en su casa a cualquiera? La caseta para el sevillano es su casa y la llena de amigos y familia y por una semana es como un hogar en el campo, aguas allá levantadas por una semana en tierra inundable, apartada de la vieja ciudad, sostenida tras arrabales del arte. Sevilla asiste a la mejor metáfora de la propia vida, efímera, con un comienzo y un final para acabar condensada en solo recuerdos, como es la misma Feria de Abril, que es la Feria de Sevilla aunque sea por mayo. Esta tierra bendecida por tantas historias, tantas gentes que nacieron, compusieron, cantaron, pintaron, bailaron, filmaron, conquistaron, se enamoraron, murieron e hicieron historia, en definitiva, desde este mismo lugar vive sus días grandes para su propia adoración. Sevilla se adora a sí misma y monta su Feria para que todos la vean. Un narcisismo sano elevado para no ser comprendido, en todo caso compartido sin ánimo de ser del gusto de todos. Sevilla estos días es orgullosa y es la Patria entera. Sevilla por estas fechas es icono nacional, porque España es pasión y alegría y las penas aquí se cuentan por sevillanas, con palmas al compás y a las penas puñalás. Lo hace desde nuestro interior hacia fuera. Abril es la exteriorización de una filosofía de vida. La gente de Sevilla se enamora de un jazmín, de una mata de romero, de clavellinas y de claveles, porque es el mayor jardín de flores de España. Abril y su Feria es una locura que nos contagia y nos vuelve como pollos sin cabeza, unos a otros, sin control, ni ganas de tenerlo, porque la vida es una locura desde su concepción hasta su ocaso. Por eso Sevilla se enamora de un querer caduco como sus flores, con la ilusión de enamorarse una y otra vez por el propio gusto de enamorarse. Sevilla nos invita a vivir estos días como nuestro primer amor, adolescencia eterna hecha ciudad, porque llega para hacernos despertar y amar la vida con su luz especial, espacial, y sus días más largos para vivirlos y bebérnoslo hasta el final, mirando al cielo azul hasta el último buche que Dios nos regala a los sevillanos desde que amanece hasta que anochece, porque desde que amanece apetece. No me imagino la vida sin Sevilla, ni sin abril. Abril es volantes, una buena jaca, un caballista y una amazona impecables. Es la gracia, la simpatía, la alegría y el seseo. Abril se marcha, sevillano, para dar paso a su Feria, porque los tiempos en Sevilla se rigen por la heterodoxia sinfónica de sus momentos y hasta gallardean las banderas de las plazas, pañoletas y espadañas. Sinfonía torera… Cae la tarde por los balcones de mi nostalgia y asoma un tiempo evocador que entronca con mi sangre, con mi casta, con Sevilla, que es mi Patria.