Cada año, cuando el calendario marca el 19 de agosto, el pueblo de Almonte se sumerge en una de sus tradiciones más arraigadas: la celebración del Rocío Chico. Más que una festividad, es un solemne Voto de Acción de Gracias, una promesa del propio pueblo que se renueva anualmente, anclada en un episodio de valentía, fe y supervivencia que marcó la historia de la villa a principios del siglo XIX.
La génesis de esta singular conmemoración se remonta al turbulento periodo de la invasión napoleónica de España, iniciada en 1808. Fue en agosto de 1810 cuando Almonte, como muchos otros rincones de la geografía española, se encontró cara a cara con el invasor.
Un acto de audacia sin precedentes tuvo lugar el 17 de agosto de 1810. Un grupo de patriotas almonteños asaltó el cuartel francés, establecido en la antigua casa de los Ortiz de Abreu, en la calle El Cerro. En este enfrentamiento, el capitán Pierre Douseau y cinco de sus soldados perdieron la vida.
Este golpe, considerado una grave afrenta por el ejército francés, desencadenó una amenaza demoledora: la intención de “saquear, incendiar y degollar” a la población de Almonte. Ante la inminente aniquilación, el pueblo no empuñó armas, sino que se encomendó a la oración más fervorosa, implorando la mediación de su Protectora y Defensora, la Virgen del Rocío.
Aquella plegaria, según la creencia popular, fue milagrosamente escuchada. Los ochocientos infantes franceses, enviados desde Sevilla con la misión de aniquilar la villa, nunca llegaron a su destino, dejando a Almonte a salvo de la devastación.
Tres años después de aquellos acontecimientos que pudieron haber cambiado drásticamente el destino de la localidad, y coincidiendo con la retirada definitiva del ejército francés de España, los representantes de Almonte como eran el Ayuntamiento, el Clero y la Hermandad Matriz se reunieron el 16 de agosto de 1813. Su propósito era manifestar un reconocimiento y gratitud eternos por el “singular favor de la salvación del pueblo”.
Fue entonces cuando acordaron formalizar un voto solemne y explícito, tanto en su nombre como en el de las generaciones venideras: “en adelante y para siempre jamás, pasarán la madrugada del 19 de agosto en El Rocío, celebrando por la mañana Solemne Misa en la Ermita, en acción de gracias por el singular favor de la salvación del pueblo”. Así nació el Rocío Chico.
Más de dos siglos después, el Rocío Chico sigue celebrándose cada año, como una inquebrantable prueba de fe y gratitud. La Hermandad Matriz de Almonte, guardiana de esta tradición, organiza unos cultos que mantienen viva la esencia de aquel voto. Las celebraciones comienzan con un triduo preparatorio, del 16 al 18 de agosto. La noche del 18 se celebra el rezo del Santo Rosario, que recorre las calles de El Rocío.
Pero el culmen llega en la mañana del día 19, con la Solemne Función Votiva. En este acto central, el pueblo de Almonte renueva su antiguo Voto de Acción de Gracias. Tras la misa, una Procesión Eucarística, con el Santísimo bajo palio, recorre el entorno del Santuario, poniendo el broche de oro a esta fiesta que encapsula la memoria histórica y la devoción ininterrumpida.
El Rocío Chico no es solo una fecha en el calendario, sino el eco de un pasado donde la fe y la valentía forjaron la identidad de un pueblo, recordándoles la protección recibida y el compromiso adquirido para siempre jamás.
Texto: Fernando Copete
Fotos: cedidas por la Hermandad Matriz de Almonte