1 Ago, 2018 | entrevista a

Hombre de estado, audaz y un economista brillante. Así definen los que conocen a Josep Piqué Camps. Nacido en la localidad barcelonesa de Vilanova i la Geltrú el 21 de febrero de 1955, este expolítico, economista, empresario español, ministro de distintas carteras durante los gobiernos de Aznar de 1996-2004 y ahora consejero delegado y vicepresidente segundo de OHL, muestra ahora su experiencia del mundo actual con el nuevo libro que acaba de presentar . “El mundo que nos viene, Retos, desafíos y esperanzas del siglo XXI: ¿un mundo post-occidental con valores occidentales?” (Deusto) es un perfecto resumen de la situación territorial de las grandes potencias económicas y el papel que juega España en estos momentos. También guarda opiniones para Andalucía y Sevilla. Así piensa uno de los grandes economistas del país.

¿Quién es hoy Josep Piqué?
Siempre me he autodefinido como un economista liberal con una vertiente pública (desde la política o desde la sociedad civil) y una vertiente privada orientada a la empresa. Y con un interés intelectual añadido: las relaciones internacionales y la innovación tecnológica.
¿Qué recuerdos se lleva de su etapa de ministro? ¿Destacaría algún momento concreto?
Buenos y malos, como es natural. Pero recuerdo con enorme agrado y una cierta nostalgia la etapa en el Ministerio de Asuntos Exteriores, donde aprendí muchísimo y me ayudó a abrir mi perspectiva al mundo.
¿Qué claves nos trae «El mundo que nos viene»?
La principal es que tenemos que asumir que estamos ya en un mundo post-occidental que tiene su centro de gravedad en el Estrecho de Malaca, en la región indo-pacífica. Y, por lo tanto, muy lejos de aquí, lo que nos sitúa en el “lejano Occidente”, en un proceso irreversible de globalización de suma positiva, pero con “perdedores” en el mundo occidental. Y que, sin embargo, pone de relieve la necesidad de defender activamente los valores occidentales. Es decir, en lo político, las democracias representativas; en lo económico, las economías de libre mercado y el libre comercio; y en lo social, las sociedades abiertas basadas en la libertad, la igualdad y la solidaridad.
Y ¿cuál es la situación actual del mundo global?
Es un mundo aún en desorden. Desapareció el mundo bipolar de la segunda mitad del Siglo XX, el surgimiento de un mundo unipolar no fue más que una ilusión momentánea y estamos de nuevo ante un mundo bipolar distinto, imperfecto y aún asimétrico que todavía se está configurando.
¿Cuáles son las grandes potencias actuales y cuáles serán las que están por aparecer?
Sin duda, Estados Unidos sigue siendo, y lo será por mucho tiempo, una gran superpotencia, pero con peso relativo declinante en favor de la nueva gran potencia global de este siglo: China. Y con ambas, estamos viendo el “retorno” de los viejos imperios, como Rusia, India, Turquía o Persia, y la aparición de nuevos actores como Brasil, México o Indonesia. La gran pregunta es si Europa va a jugar un papel significativo en este nuevo escenario. Y la respuesta es clara: sólo si es capaz de profundizar en su proyecto político de integración. Sin él, no habrá ninguna nación europea relevante por sí misma.
¿Qué papel juega España en todo el Orden Mundial?
España es una potencia media en su dimensión y que debe jugar con dos activos: su pertenencia y su impulso al proyecto político europeo y su especial vinculación con Latinoamérica.
Como catalán, ¿qué opinión le genera todo lo que sucede en su región?
Lo que sucede en Cataluña me produce una enorme tristeza: los independentistas han desgarrado la sociedad catalana, la han empobrecido material y moralmente, y han deteriorado gravemente las instituciones democráticas. Y peor aún: nos alejan del ideal europeo, basado en la superación de los nacionalismos y en la solidaridad.
¿Qué solución y que final puede tener todo esto?
Hay una condición necesaria: el respeto al principio de legalidad y el abandono de cualquier tentación unilateral. Y falta una condición suficiente: una actuación política que apoye y respete a los ciudadanos catalanes que se sienten españoles, que son la mayoría, gane la batalla ideológica al independentismo y permita recuperar una amplia mayoría social en favor de la integridad de España y del proyecto político europeo.
¿Qué le sugiere la palabra supremacismo?
Supremacismo es lo contrario de los valores occidentales basados en la igualdad y la solidaridad. Quién crea que es mejor que los demás sobre bases étnicas, sociales, lingüísticas o de cualquier tipo distintivo, merece el más absoluto de los desprecios.
En el plano corto, ¿cómo ve Andalucía dentro del concierto nacional? ¿Y a Sevilla?
Andalucía es parte sustancial e indisoluble del concepto de España. Y debe ser protagonista indiscutible de su devenir, desde la modernidad social, económica y política. Y Sevilla es su capital. Un ejemplo de ciudad global, proyectada al exterior y con valores universales y que debe huir de cualquier tipo de particularismo.
¿Cree que Sevilla ha quedado atrás como ciudad potencial dentro del país o cree lo contrario?
Si sabe proyectarse hacia afuera y huir de localismos estériles, Sevilla, que en otros momentos históricos, fue la “capital del mundo”, tiene enormes posibilidades. Su belleza, la alegría de su gente y de su vivir cotidiano, son activos incomparables. Pero debe abrirse cada vez más al nuevo mundo que se está dibujando y que tiene dos caras: la globalización y la revolución digital.
¿Qué destacaría de ella en cualquiera de sus facetas y aspectos?
Ya lo he mencionado: Sevilla es una explosión de belleza y alegría de vivir. Si se abre al exterior y a la innovación, puede ser imparable.
En el plano personal, usted es un personaje de prestigio y ha vivido multitud de experiencias profesionales, ¿qué le queda por hacer en la vida?
Lo más importante en la vida es saber que por mucho que uno crea que ya ha hecho, siempre queda todo por aprender. Mientras se mantenga la curiosidad intelectual por saber y entender, uno es joven. La juventud no es sólo una característica biológica. Es, sobre todo, una actitud ante la vida. Lo que queda por hacer es seguir aprendiendo. Y eso no acaba nunca.
¿Qué le pide al futuro?
Por ello, al futuro le pido salud física y, sobre todo, mental. Y poder ser feliz. La felicidad es la máxima aspiración humana desde que los europeos protagonizamos la Ilustración y bebimos de las ideas del Siglo de las Luces.
¿Una ciudad para vivir?
Muchas. El mundo que nos viene es el de las ciudades. Pero suelo decir que tengo dos que son mías: Barcelona y Madrid.

Texto y Fotos: Javier Comas

 

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