Pilar Burgos nació en Sevilla en 1940, frente a la Catedral. Desde muy joven, se sumergió en el mundo del calzado femenino, comenzando a trabajar con solo 14 años en la zapatería familiar, Calzados Catedral. Apenas tres años después, ya dirigía la tienda Calzados Avenida, ubicada en la actual Avenida de la Constitución.
En 1973, emprendió su propio camino en solitario dentro de la industria fundando su compañía. En los primeros años de su negocio, Pilar asumía múltiples tareas, desde la gestión de pedidos y el diseño de escaparates hasta la administración y el control financiero. Tenía una firme convicción sobre la indispensabilidad de la atención personalizada a cada cliente. Su dedicación llegaba al extremo de reparar los productos con defectos en su casa al terminar la jornada y confeccionar bolsos de lona en su máquina de coser para ponerlos a la venta al día siguiente en su tienda. Creía fervientemente en que su producto debía estar orientado al gran mercado.
Su creatividad tuvo un impacto revolucionario en el mercado con la introducción de diseños innovadores. En el verano de 1976, diseñó la alpargata Gilda, un modelo con pala cerrada y cinta para atar al tobillo, que superó todas las expectativas de ventas.
También fue pionera al crear zapatos de piel con los mismos colores que los mantoncillos, ideados específicamente para complementar los vestidos de flamenca, algo que, sorprendentemente, no existía antes. Pilar sentía una gran pasión por el color, inaugurando nuevas direcciones en color y forma que se apartaban de los enfoques tradicionales en la fabricación, distribución y venta de calzado.
Tras años de un crecimiento medido y sólido en Andalucía, Pilar tomó la decisión de expandir su firma. Abrió nuevos puntos de venta, como el de la calle Tetuán, además de otros operados bajo acuerdos de franquicia o gestión directa en años posteriores.
Durante la década de los 80, el modelo de franquicia fue clave para su expansión geográfica, permitiéndole abrir tiendas en ciudades como Cádiz, Málaga y Jerez. Su reputación creció al competir en importantes áreas comerciales de otras ciudades españolas como Madrid y Barcelona, así como en Lisboa.
Su alcance trascendió el ámbito ibérico, con varios establecimientos en diversos puntos de América Latina. Pilar Burgos demostró ser muy exigente con estos nuevos desafíos, promoviendo un alto nivel de profesionalismo en toda la organización.
A lo largo de su carrera, Pilar Burgos fue merecedora de varios reconocimientos por su trayectoria. Entre ellos, recibió la Medalla de la Ciudad de Sevilla en 2014, en una ceremonia celebrada en el Teatro Lope de Vega.
Años antes, también fue reconocida por la Cámara de Comercio de Sevilla en sus premios dedicados a mujeres empresarias. En los discursos que pronunciaba al recibir estos galardones, acostumbraba a subrayar la necesidad de apoyar el emprendimiento femenino y lamentaba la falta de respaldo que ella misma encontró al iniciar su camino.
Más allá de su visión puramente comercial, Pilar defendía la idea de que el calzado de calidad debía ser accesible para todas las mujeres, independientemente de su situación económica. Consideraba que el zapato era un componente fundamental en la imagen de la mujer, pero enfatizaba que el estilo y el rumbo personal se determinan por el sentir interior, no por lo material. Su filosofía, fundamentada en la autenticidad y la dedicación al trabajo bien hecho, fue la fuerza motriz de una vida dedicada a vestir a la mujer “desde los pies”, aportando distinción y elegancia.
Pilar Burgos logró establecer una marca muy reconocida que conquistó a clientas tanto en España como en el extranjero, gracias a una combinación de diseño y calidad que hizo de su nombre un sinónimo de elegancia. Llevó a cabo un retiro progresivo de sus actividades empresariales por jubilación en 2016. Una auténtica visionaria del calzado, su pasión por el color y su dedicación a la mujer dejaron una huella imborrable.
Texto: Fernando Copete