ARTISTA SEVILLANO: “DESDE JOVEN QUERÍA CREAR OBRAS QUE YO MISMO PNDRÍA EN CASA”
En un tiempo en el que lo inmediato parece devorarlo todo, Rafael Laureano emerge como un artista que ha hecho de la paciencia, la memoria y la herencia sus mejores aliados. Desde Benacazón, pueblo donde reside, este creador andaluz no solo mira hacia el pasado: lo estudia, lo interpreta y lo transforma con la minuciosidad de un orfebre y la osadía de un espíritu contemporáneo. Laureano no pinta ni esculpe para recrear una nostalgia, sino para tender puentes entre siglos, estilos y sensibilidades, hilando tradiciones que van desde la solemnidad barroca hasta los guiños vanguardistas más actuales. Su obra es, en esencia, un diálogo vibrante entre lo que fuimos, lo que somos y lo que podríamos llegar a ser.
En esta entrevista nos adentramos en el universo de un artista joven, pero imprescindible, cuya carrera ha traspasado los límites de la pintura para conquistar también la cartelería, la escultura y el diseño, siempre con la fidelidad absoluta a una Andalucía íntima y esencial. Laureano nos habla de su proceso creativo como quien invita a pasear por un jardín secreto: entre técnicas antiguas, sombras que cuentan historias y marcos centenarios que no encierran, sino que expanden la obra. Descubrimos a un creador que no teme al mestizaje ni a la experimentación, y que, sin perder su sello inconfundible, sigue reinventándose con la curiosidad intacta del primer día.
Rafael, en su obra hay un diálogo constante con el pasado, ¿cómo elige qué elementos andaluces rescatar y cuáles dejar en la sombra?
Siempre me ha atraído la casa andaluza tradicional, con marcos dorados, tapetes de ganchillo o estampados florales. Selecciono los elementos que me resultan estéticamente interesantes y los transformo con un aire contemporáneo. Desde joven quería crear obras que yo mismo pondría en casa. Fui becado en la Fundación Antonio Gala y allí, tras una charla con el compositor José María Sánchez-Verdú, quien supo salir de la experiencia frontal de un concierto, entendí que el marco no tenía que ser un límite, sino parte de la obra misma.
Dice que ser andaluz es más que un gentilicio, ¿cómo se refleja esa “Andalucía interior” en su arte más contemporáneo?
En Andalucía convivimos a diario con siglos de historia, y eso marca nuestra percepción del tiempo. Lo antiguo para nosotros tiene cientos de años. Esa relación natural entre lo antiguo y lo moderno está en mis obras. Por ejemplo, uso marcos de 200 o 300 años que dialogan con lenguajes artísticos actuales.
Ha transitado de la pintura a la cartelería y la escultura, ¿qué le aporta cada disciplina?
Al final, se parecen mucho todas. Hay una unidad estética en lo que hago: el estampado, el color, el salir del marco. Pero soy muy inquieto y siempre busco experimentar con nuevos materiales y técnicas, aunque después todo mantenga una coherencia visual.
Le consideran un “revolucionario” dentro de la cartelería cofrade, ¿qué cree que aporta a este mundo tradicional?
Recuerdo que veía carteles que, aunque admiraba, nunca pondría en mi casa. Quise hacer obras que estéticamente me interesaran más, recuperando técnicas como la tinta plana o el falso grabado, elementos muy nuestros. Al principio rompí bastante con lo establecido, y eso me costó alguna censura.
Su técnica ha sido calificada como impecable y conceptual, ¿cómo equilibra precisión y emoción?
La literatura y la historia me inspiran mucho. Yo intento plasmar emociones a través de múltiples técnicas combinadas, como grafito, tinta y óleo, pero también incorporando elementos tridimensionales para llegar al espectador como quiero.
¿Recuerda alguna obra que le haya llevado al límite?
Las pinturas para el columbario de Campillos, por ejemplo, en plena pandemia. Fueron formatos muy grandes, hechos en partes y montados después. Estas obras me obligaron a replantear procesos, a adaptarme y a salir de mis propios límites.
Hay quienes ven en su obra una ilustración exacta de lo real, otros destacan su carga simbólica y emocional, ¿dónde se situaría entre lo literal y lo poético?
Me muevo entre ellas, siempre piso ambas líneas. No me gusta el hiperrealismo extremo; prefiero jugar con lo sensorial, las sombras y la emoción que estas proyectan. Las sombras son muy importantes en mi obra, pues muchas se completan con ese juego que generan los relieves.
Tiene referentes muy diversos, de Velázquez a la geometría musulmana, ¿cómo logra armonizar tantas influencias?
Depende de la etapa en la que me encuentre. A veces me obsesiono con un estilo o artista concreto y eso se refleja en mi obra. Uso los cambios de técnica o de color para integrar esos ecos diversos sin que resulten caóticos.
¿Qué papel juega la espiritualidad en su proceso creativo? ¿Tiene algún rito personal?
No tengo un rito, pero sí un proceso: dedico mucho tiempo al boceto, ya sea en papel o en digital. Hasta que no tengo la idea cerrada al cien por cien, no paso a la ejecución, precisamente, por esa convivencia de técnicas que utilizo. Realizar un boceto me puede llevar meses.
Aunque es joven, ya tiene un sello reconocible, ¿cómo vive esa responsabilidad sin que se limite?
Para mí es un honor que haya personas que se inspiran en mi trabajo. Pero yo intento seguir fiel a lo que me gusta hacer, sabiendo que siempre habrá quien se interese y quien no. Es parte de la vida.
Texto: Carlota Acuña
Fotos: Gerardo Morillo