Mientras la inmensidad azul del Mediterráneo y el Atlántico llama la atención de miles de visitantes cada verano, el corazón de Andalucía guarda celosamente un tesoro monumental y cultural que, aunque conocemos, a menudo pasa desapercibido bajo el brillo de las playas en esta época del año.
Este estío proponemos un viaje distinto, una inmersión profunda en la rica historia de una tierra forjada por milenios de civilizaciones, lejos del bullicio costero. Es el momento de redescubrir el alma histórica de Andalucía a través de sus ciudades y pueblos de interior.
CARMONA
En la campiña sevillana, a solo treinta kilómetros de la capital andaluza y erigiéndose sobre la última cota importante de los Alcores, se asienta Carmona, una de las ciudades más significativas de España desde el punto de vista turístico. Su historia se remonta al Neolítico, con yacimientos prehistóricos en sus alrededores que atestiguan una presencia humana milenaria.
Esta antigua ciudad ibérica fue intensamente romanizada, obteniendo incluso el privilegio de acuñar moneda, y su relevancia se acentuó al ser parte de la Vía Augusta, de la que aún se conservan vestigios y un puente romano. Las imponentes murallas de origen romano todavía fascinan desde la distancia y, dentro de ellas, un sinfín de monumentos como el Alcázar, donde hoy se encuentra el Parador Nacional; la iglesia prioral de Santa María; la Puerta de Sevilla o la de Córdoba; y la Necrópolis Romana del siglo I a. C., entre otros, revelan la superposición de culturas.
Carmona mantuvo su importancia durante la época musulmana, llegando a ser capital de uno de los primeros reinos de taifas, y en 1247 se rindió a Fernando III el Santo. En 1630, Felipe IV le concedió el título de ciudad.
La Plaza de San Fernando, con sus casas señoriales, constituye el centro de la vida local, lugar idóneo para tomar un descanso en alguna de sus terrazas antes de visitar la judería, las distintas iglesias o conventos, o perderte en alguna de sus casas palacio. Carmona es, en definitiva, una ciudad monumental donde tartesios, romanos, visigodos, musulmanes y cristianos han dejado su indeleble huella.
OSUNA
Siguiendo al este de la provincia de Sevilla, en la campiña, se localiza Osuna, una de las ciudades más monumentales de la provincia, gracias al esplendor y la riqueza que le proporcionó su pasado ducal, especialmente entre los siglos XVI y XVIII.
Sus orígenes se remontan a unos 1000 a. C., identificándose con la ciudad ibérica de Urso, y fue ocupada por fenicios y cartagineses. En época romana, participó en las guerras entre César y Pompeyo, llegando a ser Colonia Genitiva Iulia, con su legislación recogida en los famosos “bronces de Osuna”, hoy en el Museo Arqueológico Nacional.
Tras la conquista cristiana por Fernando III en 1240, y su cesión a la Orden de Calatrava por Alfonso X, fue bajo el impulso del cuarto conde de Ureña, D. Juan Téllez Girón, y posteriormente de su hijo, el primer duque de Osuna, cuando la ciudad alcanzó su máximo esplendor, impulsando un ambicioso programa constructivo que incluyó la fundación de la Colegiata y la Universidad, además de numerosos monasterios y palacios señoriales.
Declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1967, Osuna invita a admirar su Universidad, la Colegiata de Santa María de la Asunción y el Panteón Ducal, así como numerosos palacios señoriales, como el del Marqués de la Gomera.
RONDA
Adentrándonos en la provincia de Málaga, rodeada por la serranía, encontramos Ronda, un pueblo de innegable encanto y el segundo más poblado de la provincia. Pasear por sus calles es seguir las huellas de fenicios, romanos, árabes y cristianos, civilizaciones que han forjado su historia y cuya presencia se respira en su casco antiguo, declarado Bien de Interés Cultural.
La ciudad estuvo dividida durante siglos por la profunda garganta del Tajo, hasta que una majestuosa obra de ingeniería, el Puente Nuevo, se erigió entre 1751 y 1793 para unir el barrio del Mercadillo con el casco antiguo. Esta imponente construcción, que se eleva casi cien metros sobre el Tajo, permite hoy visitar su interior y conocer las estancias que sirvieron de prisión en el siglo XVIII.
Otros puntos de interés son la Plaza de Toros, la más antigua de España y un icono de la tradición taurina; los baños árabes del siglo XIII, considerados los mejor conservados de Europa; o el Palacio de Mondragón, de estilo mudéjar, que alberga el Museo Municipal y destaca por sus patios interiores árabes.
ÚBEDA Y BAEZA
Cambiando de provincia, en el corazón de Jaén aguardan Úbeda y Baeza, declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2003. Estas dos ciudades son ejemplos cumbres del Renacimiento español, destacando por su impresionante arquitectura monumental y su cercanía, lo que permite incluso visitarlas en una única jornada.
En Úbeda, el recorrido debe comenzar en la Plaza Vázquez de Molina, considerada el epicentro de su centro histórico renacentista, donde se alzan la Sacra Capilla del Salvador, el Palacio de las Cadenas (sede del Ayuntamiento) y la Casa de las Torres.
El Palacio de Vela de los Cobos es otro sobresaliente ejemplo de arquitectura civil renacentista, mientras que el Hospital de Santiago, apodado la «catedral civil», es una magnífica obra renacentista que acoge exposiciones y eventos. La mística Sinagoga del Agua, descubierta en el siglo XXI, añade un toque de misterio, y el Paseo de las Murallas ofrece vistas panorámicas del vasto “mar de olivos” de Jaén.
En Baeza, la Plaza de Santa María y su majestuosa catedral, que fusiona estilos gótico y renacentista, son el punto de partida ideal. El Palacio de Jabalquinto, con su excepcional fachada gótico-isabelina y un patio renacentista, alberga hoy la Universidad Internacional de Andalucía.
Por su parte, la Plaza del Pópulo, con la Fuente de los Leones y el Arco de Villalar, es un rincón encantador con gran valor histórico. La Antigua Universidad, donde el célebre poeta Antonio Machado impartió clases y cuya aula original se conserva, es un lugar de gran valor cultural.
PRIEGO DE CÓRDOBA
Siguiendo hacia el sureste de la provincia de Córdoba, en plena comarca de las Sierras Subbéticas, se encuentra Priego de Córdoba, un municipio cuya historia se remonta a yacimientos de todas las épocas, con orígenes romanos que lo identifican con la antigua Baxo o Bago. Este municipio, integrado en el Parque Natural de la Sierra Subbética, es un conjunto de calles y rincones recoletos, de casas señoriales y monumentos arquitectónicos, donde dos elementos destacan: la abundancia de agua y la preponderancia del estilo barroco, que le ha valido el título de capital del barroco cordobés y el pueblo más monumental de la provincia.
La Fuente del Rey, la Fuente de la Salud, la iglesia de las Angustias y el convento de San Francisco son solo algunas de las muestras de su esplendor barroco. Tras pertenecer al Reino Zirí de Granada y ser conquistada por Fernando III, en el siglo XIV pasó a ser señorío de la Casa de Aguilar, para integrarse en el Marquesado de Medinaceli en el siglo XVIII.
VEJER DE LA FRONTERA
Finalmente, en la comarca de La Janda, en Cádiz, se alza Vejer de la Frontera, un pueblo de gran belleza y atractivo, con sus calles estrechas y sinuosas de casas blancas y cuidadas, edificado en una colina alrededor de su castillo y ofreciendo magníficas panorámicas.
Fue un enclave estratégico para civilizaciones antiguas como fenicios, cartagineses y romanos, quienes fundaron aquí la famosa Besipo y dejaron vestigios como columnas en la iglesia y el acueducto de Santa Lucía.
Tras la dominación romana, Vejer fue conquistada por los árabes, permaneciendo en manos musulmanas durante 539 años, lo que imprimió fuertemente su carácter en la configuración de sus calles, la disposición de sus casas y sus tradiciones, como el traje típico del “cobijado”.
En 1250, Fernando III el Santo la ganó para Castilla, y su población y castillo se convirtieron en frontera frente al poderío musulmán, de ahí su apelativo. La ciudad fue una atalaya decisiva para la defensa de las pesquerías de los duques de Medina Sidonia en la costa, frente a los corsarios berberiscos.
Declarada Conjunto Histórico-Artístico en 1976 y I Premio Nacional de Embellecimiento de Pueblos en 1978, Vejer muestra en todo su esplendor el más puro estilo de arquitectura popular árabe-andaluza.
Este verano, la llamada de la historia es ineludible. Más allá de las playas, Andalucía teje un tapiz de historias, arte y tradiciones en su interior, esperando ser descubierto. Atreverse a explorar estas joyas monumentales es garantía de un viaje inolvidable, una experiencia que enriquece el espíritu y conecta con la profunda esencia de esta tierra milenaria.
Texto: Fernando Copete