LETRADA, ACTIVISTA Y ESCRITORA: «EL ANTIGITANISMO ES EL FALLO CONTINUADO DEL SISTEMA»
La voz de Séfora Vargas nace de una memoria que sigue viva en las manos de aquellas mujeres capaces de sostener familias enteras a pulso. Ella pertenece a esa genealogía de resistencia silenciosa, pero desde que tiene conciencia decidió romper ese silencio. Con el Derecho como escudo, ha convertido su biografía en un territorio desde el que cuestiona, interpela y reconstruye la mirada sobre el pueblo gitano.
En el 600 aniversario de la entrada del Pueblo Gitano a la Península Ibérica, Séfora habla con la solidez de quien ha estudiado la ley, y con la intuición de quien ha vivido sus grietas en primera persona. Su discurso avanza con la precisión de una argumentación jurídica y la cadencia de un cuento transmitido al calor de un brasero. Así conocemos a Séfora en esta entrevista, con la convicción de que la libertad —como la dignidad— no se hereda: se conquista; y con la serenidad de quien sabe que su historia, y la de tantas otras mujeres gitanas, ya no cabe en los márgenes.

¿Cómo se define a sí misma Séfora Vargas?
Como mujer, me defino como alguien con carácter fuerte, con las ideas claras y, sobre todo, una luchadora. Mi actitud ha estado marcada por el activismo desde niña. Esto implica ser inconformista y luchar siempre por los derechos de las personas vulnerables, dando voz a quienes no la han tenido. Ese activismo surgió por puro estado de necesidad. Cuando era niña no encontraba respuestas sobre la historia del pueblo gitano, y veía que la sociedad estaba llena de estereotipos y prejuicios. Llegué a la conclusión, con siete u ocho años, de que las generalizaciones siempre son dañinas e injustas.
Desde niña tiene ese carácter, pero ¿cómo fue el proceso que la llevó a estudiar y convertirse en letrada?
Tuve antecedentes familiares que facilitaron mi decisión de estudiar, ya que mis abuelos y bisabuelos paternos fueron militares y policías, y los maternos, grandes empresarios de ganado. No viví en la pobreza, sino de forma acomodada y digna. Al ver los contrastes con la situación del resto de la población gitana, decidí que debía aprovechar esa circunstancia positiva para ayudar a los demás y allanar las diferencias, eligiendo la carrera de Derecho.
¿Cuál es la situación actual del pueblo gitano? ¿Cree que hay avances reales en la sociedad?
Claro que hay avances. Una realidad evidente es la gran cantidad de personas gitanas con formación universitaria. Sin embargo, estamos en una época de fuertes contrastes, con bolsas enormes de pobreza. Muchas personas que dependían del comercio ambulante se han arruinado y no han recuperado su capacidad económica tras la pandemia de COVID. La dependencia del Ingreso Mínimo Vital está provocando una sacralización de la pobreza, porque no existen alternativas reales.
¿Qué papel desempeña usted como letrada y activista en este contexto?
Como activista denuncio cada estructura que fomenta la desigualdad y cada forma de antigitanismo en la administración. Es complejo, porque ya no se trata de un racismo abierto, sino de un racismo sutil, como el trato discriminatorio en servicios sociales basado únicamente en el aspecto físico. Actualmente trabajo como letrada en dos proyectos para La Fragua Projects: uno que media entre usuarios gitanos vulnerables y las administraciones, filtrando la discriminación, la conculcación del derecho a la igualdad y las detenciones ilegales; y otro consistente en un estudio sobre el impacto del racismo en la sociedad.
¿Cómo afecta este racismo a las mujeres y a la juventud gitana?
Si la mujer debe enfrentarse al techo de cristal, las mujeres gitanas tenemos que romper un auténtico búnker ideológico: por ser mujeres, por ser gitanas y por estar inmersas en situaciones de vulnerabilidad social. El racismo está tan normalizado que ni el racista es consciente de serlo. Mientras que a mí no me limita, sí limita y daña a las niñas gitanas, llevándolas a abandonar sus estudios. He tenido casos recientes de niñas que han intentado suicidarse por acoso escolar. El antigitanismo es un fallo continuado del sistema. Esto incluye abusos por parte de letrados hacia personas sin formación y la negativa de algunos funcionarios a facilitar determinados procesos.


¿Cuál es su valoración de la postura del Estado frente a la discriminación?
Actualmente, para mí, son políticas vacías. Son un escaparate de intenciones que se utilizan, se ornamentan y se celebran, a menudo por motivos electorales, pero con poco impacto real. Sigo viendo a personas que quedan fuera incluso de una simple ayuda de alimentos por no cumplir requisitos burocráticos. Yo no quiero sistemas que cronifiquen la pobreza. Yo quiero erradicar la pobreza.
¿Qué nos puede contar de su faceta como escritora?
Mi faceta de escritora, al igual que mis otras facetas, es reivindicativa: escribo para allanar, acercar, explicar y conciliar. He publicado dos libros: El precio de la libertad, basado en hechos reales sobre lo que costó a la primera generación de mujeres gitanas ser libres y llegar a la universidad, e Historia del pueblo gitano para dummies, un ejercicio de investigación exhaustivo de casi 500 páginas en el que explico de forma accesible la historia, las costumbres, los rituales y la fe del pueblo gitano.
¿Cómo miran hacia el futuro las mujeres gitanas?
Espero que las mujeres gitanas vuelvan a reinventarse y a armarse de valor. Lucho por la autodeterminación y por la idea de que una cultura que mutila, asfixia o hace infeliz no puede considerarse cultura. Me preocupa que la generación actual se sienta perdida, no se forme lo suficiente y se dedique a nuevos roles muy machistas, como la sobreexposición en redes sociales. Me encantaría que recuperaran sus voces, y que fueran dueñas de sus vidas y de sus decisiones, con libertad financiera para no depender de las miserias de ningún sistema.
TEXTO: FERNANDO COPETE IMÁGENES: GERARDO MORILLO LOCALIZACIÓN: HOTEL KIVIR



















