Cuando el azahar impregna el aire primaveral de Sevilla y los volantes del traje de flamenca ondean como banderas al viento, la ciudad entera parece detenerse para rendir homenaje a sus tradiciones más profundas. Una de ellas, quizá de las más singulares y aristocráticas, es el enganche: el arte de engalanar carruajes tirados por caballos en perfecta sincronía, que no solo es un espectáculo visual, sino una manifestación viva de la historia ecuestre y social de Andalucía.
Con la mirada puesta en 2029, año en el que Sevilla conmemorará el centenario de la Exposición Iberoamericana de 1929, las tradiciones cobran aún más relevancia. Este hito no solo quiere revivir el legado arquitectónico y cultural de aquel evento, sino reafirmar el alma de una ciudad que nunca ha dejado de latir entre el clasicismo y la modernidad.
Una voz que resuena con fuerza en este compromiso con la memoria es la de Consuelo Gutiérrez de Piñeres, heredera de una estirpe vinculada a los enganches y a la cultura ecuestre del sur de España. “Soy la sexta generación de este linaje, siendo la última Consuelo, y siento el deber de conservar y compartir esta tradición que llevamos en la sangre”, declara emocionada. Su antepasada, Consuelo de los Ríos Jiménez Pajarero, llevó el enganche desde Utrera y Jerez hasta Ronda, fundiendo las esencias andaluzas en un símbolo de distinción y raíz.
Cada primavera, Sevilla vive un momento cumbre con el CIAT (Concurso Internacional de Enganches de Tradición), que este año ha celebrado su XI edición y la XXXIX edición de la Exhibición de Enganches en la Real Maestranza de Caballería. En este evento, los carruajes, auténticas joyas rodantes del siglo XIX y principios del XX, desfilan por la ciudad guiados por cocheros de librea impecable, damas con mantilla y caballeros ataviados como manda la tradición.
La mantilla, en palabras de Gutiérrez de Piñeres, “evoca el rosal de virtudes con que una dama se manifiesta en la vida social, reflejo de fe, pureza y amor a la noble tradición. Ponértela es abrirte al ruedo maestrante, una partitura de vivencias que te eleva y te realiza”. El simbolismo que encierra esta prenda es, en cierto modo, el mismo que guía al enganche: dignidad, armonía y pertenencia a un legado.
Ese legado, que a menudo se considera elitista, cobra en estos eventos una dimensión popular y educativa. El público, ávido de belleza y conexión con sus raíces, se agolpa en la Plaza de Toros de la Maestranza y a lo largo del Paseo de Colón, fascinado por la elegancia de un tiempo que se resiste a desvanecerse.
La ciudad se prepara para un acontecimiento mayúsculo: el centenario de la Exposición Iberoamericana de 1929. Aquella muestra internacional no solo cambió la fisonomía de Sevilla, con la construcción de 117 edificios, de los cuales aún resisten 25, sino que afianzó su relación con América Latina y la proyectó al mundo como epicentro cultural.
Hoy, el Plan Estratégico Sevilla 2029, liderado por el comisario Julio Cuesta y presentado recientemente en el Archivo de Indias, establece una hoja de ruta con más de 200 actuaciones que abarcan lo institucional, lo educativo, lo artístico y lo urbanístico. Desde recuperar pabellones históricos hasta solicitar que Sevilla vuelva a acoger los Grammy Latinos o incluso trasladar la sede de la Casa de América desde Madrid, el proyecto busca devolver a la ciudad el protagonismo que tuvo hace un siglo.
Pero más allá de los grandes titulares, el espíritu de 1929 también se expresa en lo íntimo: en los gremios artesanos que forjaron hierro, bordaron mantones y moldearon barro para vestir una ciudad que era puro escenario. “Rendir homenaje a esos oficios silenciosos es también parte esencial de esta conmemoración”, apunta Cuesta, quien defiende un plan “flexible y de todos”.
Sevilla 2029 no será solo un aniversario. Será un espejo del pasado que nos proyecte al futuro. Un futuro que rescate la grandeza sin caer en la nostalgia vacía, que una el arte de la mantilla con los retos digitales, el enganche con el turismo sostenible, y la Feria con la diplomacia cultural.
Entre farolillos y casetas, la Feria de Abril continúa siendo el corazón festivo de Sevilla. En ella convergen todos los símbolos: el traje, el cante, el caballo, la amistad. Y por supuesto, el enganche, que cada año realiza su paseo triunfal hasta el Real como si saliera de una pintura romántica.
Para Gutiérrez de Piñeres, esta festividad es “el perfume más puro que Sevilla ofrece al mundo. Una ciudad que fue capital de Indias y capital imperial, hoy vuelve a erigirse como protagonista de la historia de España y América”. No lo dice con grandilocuencia, sino con la convicción serena de quien ha leído los documentos fundacionales de 1847, año de la primera feria, y sabe que cada celebración tiene detrás un anhelo colectivo.
La Sevilla que se perfila de aquí a 2029 es, en efecto, una ciudad plural, de oportunidades, de memoria y vanguardia. Una ciudad donde una mantilla puede ser tan revolucionaria como un pabellón restaurado, y un carruaje enganchado puede contar más historia que mil libros.
Porque en el fondo, todo en Sevilla es ceremonia. Y todo, desde un paseo en calesa hasta una exposición universal, tiene algo de rito de paso, de declaración de identidad, de promesa cumplida. Sevilla 2029 no solo quiere recordar lo que fue. Quiere decirle al mundo quién es. Y en esa melodía de siglos, el enganche, la feria y las voces como la de Consuelo Gutiérrez de Piñeres son las notas más auténticas del pentagrama.
Texto: Carlota Acuña
Fotos: cedidas por Consuelo