Decir Sanlúcar de Barrameda es decir Caridad, y decir Caridad es hablar de un legado de historia, fe y devoción popular, bajo el título no solo de Patrona de la ciudad, sino también de la Casa Ducal de Medina Sidonia.
La historia de Nuestra Señora de la Caridad está intrínsecamente ligada a la poderosa Casa y Estado Ducal de Medina Sidonia, una relación que Fernando Cruz Isidoro, catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, ha estudiado en profundidad.
Según Cruz, este vínculo se consolidó a principios del siglo XVII y marcó de manera decisiva la devoción mariana en el señorío. Esta relación aseguró la veneración de la imagen y también estableció una institución religiosa y social de gran envergadura y perpetuidad bajo el control ducal.
La devoción a la Virgen de la Caridad en Sanlúcar de Barrameda se originó a partir de una serie de hechos milagrosos que comenzaron el 6 de junio de 1608. Ante esta situación, el VII duque de Medina Sidonia, Alonso Pérez de Guzmán, quien era Capitán General de la Costa de Andalucía y del Mar Océano, así como señor de la ciudad, tomó la decisión estratégica de trasladar la imagen a la capilla del hospital de mujeres pobres de San Pedro, ubicado en el Barrio Alto.
Pocos días después del traslado, el 14 de junio, el alférez malagueño Pedro de Ribera Sarmiento, propietario original de la imagen, la donó formalmente al hospital con la condición explícita de que nunca saliera de allí, convirtiéndose así el lugar en un santuario perpetuo. La talla, de candelero, fue creada por el escultor sevillano Gregorio Fernández, y su policromía y encarnadura fueron obra del pintor Baltasar de Bracamonte.
En los tres meses siguientes, a instancias del Duque y por mandato del Cardenal, se llevó a cabo un juicio eclesiástico en el que diez jueces, teólogos y expertos calificaron como verdaderos catorce milagros. La sentencia fue dictada el 21 de noviembre y publicada el 23 de noviembre de 1608.
Según apunta Fernando Cruz, el Duque Alonso Pérez de Guzmán fue consciente, desde el inicio, de la inmensa importancia que esta devoción mariana tenía para cohesionar la religiosidad de sus vasallos. Por ello, consideró prioritario, dentro de su política de patrocinio religioso, la creación de una institución señorial sólida, a la que denominó Santuario de la Caridad o Santa Casa de la Caridad. Logró asegurar su independencia de la Visita del Ordinario del arzobispado hispalense, obteniendo del Vaticano el patronato de legos mediante una bula papal el 13 de mayo de 1609.
Entre 1610 y 1614 se construyó la iglesia de Santa Ana, en honor a su esposa, Ana de Silva y Mendoza, trazada y dirigida por el arquitecto Alonso de Vandelvira. La Virgen de la Caridad fue trasladada solemnemente a la nueva capilla mayor el 12 de agosto de 1612. El Duque sufragó el mobiliario litúrgico y artístico, con la participación de destacados artistas como el pintor Francisco Juanete; los escultores Alonso Álvarez de Albarrán y Andrés de Castillejos; los carpinteros Martín Christiano y Hernando de Moya; y los plateros Luis Sánchez y Jacques de Uparque.
La Santa Casa de la Caridad se convirtió en una institución integral que abarcaba un santuario mariano, un hospital para mujeres pobres y ancianas (con personal médico y de enfermería), y dos colegios: uno para niñas y otro para varones. Este último, el Colegio de Niños de San Ildefonso, se dedicaba a la formación de jóvenes para el servicio del Santísimo y la veneración de la Virgen.
El Duque destinó rentas y posesiones a la institución, donó su vasta colección de reliquias y trasladó la capilla musical de su palacio al santuario. Para asegurar su correcto funcionamiento, dictó las Ordenanzas o Reglamento el 25 de febrero de 1612.
Tras el fallecimiento del VII Duque en 1615, su sucesor y primogénito, Manuel Alonso Pérez de Guzmán, VIII duque de Medina Sidonia, mantuvo y reforzó los privilegios concedidos, ratificando el Reglamento de Capellanes en 1616. Aunque buscó reducir gastos, su principal motivación era continuar y acrecentar el servicio a la Virgen y el culto divino, especialmente considerando que sus padres estaban sepultados allí.
Fernando Cruz señala que el VIII Duque fue fundamental en la culminación de la idea de convertir el culto a la Virgen de la Caridad en la devoción oficial de todo el señorío, otorgándole una personalidad religiosa distintiva. Esta decisión hizo que la Virgen de la Caridad tuviera, desde muy temprano, un culto territorial muy extenso, incluso por encima de otras devociones andaluzas como las de Regla o del Rocío.
El juramento solemne de Sanlúcar tuvo lugar el domingo 2 de septiembre de 1618, en un cabildo abierto celebrado en la parroquia de Nuestra Señora de la O. La reunión, pregonada a viva voz y a son de campana, fue presidida por el propio VIII Duque y su primogénito, el Conde de Niebla Gaspar, asegurando así la continuidad dinástica del compromiso. Estuvieron presentes los jueces ducales, las autoridades municipales y un gran número de vecinos, criados y vasallos de Su Excelencia.
El Duque Manuel propuso jurar a la Virgen de la Caridad como Patrona de la ciudad, invocando las “tantas obras de experiencias de mercedes que Nuestra Señora ha hecho a esta ciudad y a sus comarcas” a través de la imagen. Para dar ejemplo, el Duque juró primero, “con voto solemne por sí y por los sucesores de su Casa”, recibiendo como Patrona “suya, de sus hijos y descendientes, de esta ciudad y dichos estados”. Deseó que, a su imitación, su hijo, su hermano, sus criados, la ciudad y sus vasallos hicieran el mismo voto. Además, ordenó que esta solemnidad se conmemorase el 15 de agosto, día de la Asunción de la Virgen, con una procesión general y festejos que integrarán a la clerecía, conventos, Justicia, Regimiento y vecinos, fusionando así lo religioso y lo popular.
Por la firme resolución del VIII Duque, el resto de las villas del Estado se fueron sumando a este patronazgo. La oposición era prácticamente imposible, ya que todos los cargos municipales eran nombramientos ducales y, además, los hechos milagrosos de la Virgen se habían extendido más allá de Sanlúcar, llegando a lugares como Vejer de la Frontera, Medina Sidonia o Conil.
La aceptación municipal se registró en Huelva el 28 de septiembre, en San Juan del Puerto el 14 de octubre, y en Almonte el 18 de octubre de 1618.
Aunque la devoción a la Virgen de la Caridad no caló con la misma intensidad en todas las poblaciones como en Sanlúcar —donde ha perdurado—, su adopción inicial en un territorio tan vasto resalta la trascendencia del patronazgo ducal.
Cruz resalta que el Estado Ducal de Medina Sidonia comprendía treinta y seis villas y lugares dispersos por Andalucía Occidental, incluyendo el Señorío de Sanlúcar, el Ducado de Medina Sidonia, el Condado de Niebla, el Señorío de Huelva y el Señorío de Gaucín. Esta extensión geográfica, y la temprana fecha de su establecimiento en 1618, asemejan la repercusión de este patronazgo ducal a lo que hoy representa la devoción popular a la Virgen del Rocío.
Por tanto, la Casa Ducal de Medina Sidonia no solo fue la principal promotora de la devoción a la Virgen de la Caridad, sino que, a través de la visión y acción del VII y VIII Duque, logró institucionalizar, formalizar y extender este culto por un vasto territorio, consolidando un patronazgo que perdura en Sanlúcar de Barrameda hasta el día de hoy y que constituye una parte fundamental de su identidad religiosa e histórica.
Texto: Fernando Copete
Fotos: Óscar Torres – Juan M Jurado Archivo de la Hermandad