30 Mar, 2021 | cartas del director

Mario Niebla del Toro Carrión.

Director de la Revista Escaparate        

“Es tarea de dioses desligar estos días del gozo de la propia fisionomía y del carácter de este rincón idílico de Andalucía la Baja”

Mario Niebla del Toro Carrión

 

Mario Niebla del Toro Carrión

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@niebladeltoro

Foto: Jesús Aldebarán

Cae la tarde por los balcones de mi nostalgia y asoma un tiempo evocador de Dios sin cofradías. Vivir estos días Sevilla es vivir vivo, con los sentidos abiertos de par en par cuando se alza el telón de un tiempo de recogimiento contenidamente austero pero con un final conocido que nos invita a elevar nuestro alma más sosegado hacia el cielo de la ciudad eterna. Sevilla estos días es más novia primeriza que nunca. Sevilla en estos días, es una niña guapa y selecta, tocada de naranjos en flor, que se presenta como la novia eterna de los que tuvimos la dicha de haber nacido de su vientre milenario. El mensaje este año será el mismo de siempre que no es otro sino un piropo a Sevilla. Nuestra ciudad se ha preparado en este tiempo de cuaresma en la dualidad pagana y religiosa en torno a la única fe verdadera, acariciando de manera inigualable unos matices que nos convierte en eternos, uniendo a generaciones de sevillanos, año tras año, siglo tras siglo, época tras época. El sevillano de hoy es el de ayer, igualados ante unas imágenes centenarias que le pone en contacto con el más allá de los cofrades del cielo. Los armaos, costaleros, nazarenos y acólitos son en el fondo los mismos que eran y se fueron porque la devoción es la misma y el cielo idéntico. Todo en esencia sigue igual, en el mismo lugar, con el mismo fervor. Este año vuelve la Semana Santa a su cita con esta capital mundial histórica para renovar la fe de un pueblo que como su Virgen llora y ríe su pena. La Semana Santa está tan metida en el gen de la ciudad que es tarea de dioses desligar estos días del gozo de la propia fisionomía y del carácter de este rincón idílico de Andalucía la Baja, como diría Fernando Villalón. Para mí la Semana Santa siempre ha sido una huída hacia delante al encuentro de mi niñez, de los más profundos sentimientos de una fe y una ciudad unidas por los siglos de los siglos. Estos días son un reencuentro con el Señor en templos y tascas y es rememorar la Sevilla que se fue de mis mayores, mis primeros sueños cofrades y gastar tardes con los acordes que me saben a gloria y a patria. La Semana Santa llega en Sevilla para reencontrarse con ella misma, en una especie de necesidad de reafirmación de valores estructurales, culturales, pilares devocionales e identitarios. Sevilla en Semana Santa refuerza su ser en cada rostro de dolorosa o cristos moribundos, porque en sus caras vemos las caras de nuestras madres y padres, de nuestras abuelas y abuelos. Es difícil explicar cómo un sólo toque de corneta puede llegar a evocar a un barrio, a una casta, a una vida entera. Los recuerdos y las anécdotas se agolpan en nuestra mente en estos días de miel y vino, de incienso y algodón, de cera y plata para recordarnos quienes somos y el punto de esa línea imaginaria que es la vida y nuestra vida dentro de nuestra ciudad. Sevilla es en Semana Santa la más guapa de las mozas y su esplendor sencillo desmarca de sus cabales al más sereno de los hombres y a la más tenaz de las mujeres. La sinrazón y el corazón pueden la partida en un tiempo en el que Dios se hace presente, precisamente cuando más necesario es. El sevillano no tiene mérito alguno por ser cristiano, porque en Sevilla es lo más fácil del mundo. Vive sorteando cada esquina y cada plaza con retablos cerámicos, capillas y capillitas y estampas y fotos que atraviesan comercios y bares en un perpetuo recuerdo a lo que somos y de lo que fuimos, que es pasmosamente lo mismo. Sevilla en Semana Santa es el mejor sitio del mundo donde salvaguardarse de tanta globalización despersonalizada que niega a Dios con falsos dioses. Vivir estos días en nuestra ciudad supone un brindis a pintores y poetas, imagineros y músicos que conformaron la magnitud de esta fiesta religiosa y multidisciplinar, en una interpretación de un credo inédita, singular. Como dijo el poeta: ¡A la gloria, sevillanos!.

 

 

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