Alguien me dijo una vez que Roma es una de esas ciudades que en tres días se conoce. Bien, pues creo que Roma no se conoce ni en tres vidas. Mi tercer viaje a Roma ha sido sin duda inolvidable. Con la escusa de la celebración de los actos de investidura de los nuevos caballeros y damas de San Clemente y San Fernando he vivido cuatro intensos días que permanecerán grabados en mis retinas por siempre. Esta institución de la Iglesia Católica se dedica en líneas generales a la conservación y asistencia de los conventos de clausura. Unos grandes olvidados. Templo de grandes obras de arte, arte per se y fuente de oración por un mundo enfrascado en el ruido y en falsos dioses fuera de sus muros.
Tras un madrugón importante llegamos a la ciudad eterna con el tiempo justo para acicalarnos, uniformarnos y volar para llegar a tiempo a la primera cita. En Santa María de Montserrat de los Españoles se celebraba la bendición de insignias, lazos de damas y hábitos de caballeros neófitos. Unas Vísperas Solemnes con Exposición del Santísimo y acompañamiento de la Capilla Musical de Montserrat en Roma. El Cardenal de Sevilla presidía la ceremonia. El arzobispo emérito de Sevilla fue nuestro compañero de viaje de honor. Su genialidad retórica, su capacidad para llegar al fondo del corazón y su gran carisma son algunos de los ingredientes que hicieron en cada una de sus intervenciones una lección de amor a Cristo y a su Bendita Madre. Jamás olvidaré el “Ave Maris Estella” que sólo antes había escuchado en el momento de los desposorios de Romeo y Julieta en su película. Tras la ceremonia solemne tomamos un cóctel en plena Piazza Farnesse. Fray Carlos Amigo Vallejo nos acompañó. El entorno, extraordinario, bello, de cine. El recogimiento de lo vivido unos minutos antes, la temperatura, el sonido de la fuente, la noche romana. Allí se respiraba belleza. Brindamos por la vida.
No tardamos mucho en irnos a descansar porque el día siguiente sería intenso. En esta ocasión en la Basílica de San Clemente de Roma formamos Capítulo para la investidura de nuevos caballeros y damas. Yo apadrinaba a mi amigo y gran empresario Adrián Romero. A sus treinta y cuatro años dirige un grupo empresarial con un volumen de vértigo y unas cifras que quitan el hipo. Tiene el don de la humildad y pasa por Sevilla, donde vive tras su vuelta “definitiva” de Panamá, como un perfecto desconocido. Es su elección de vida. Ha vivido por un importante número de países y en su haber personal destaca un batallón de amigos de innumerables condiciones y culturas. Un hombre de mundo. Era mi apadrinado y junto a su prometida (se casan en febrero) y su familia ha vivido unos días que con toda seguridad tampoco olvidará. Lourdes Esteban Font es la mujer de su vida y ha disfrutado también de lo lindo de este viaje con los caballeros de San Clemente. La ceremonia de investidura nos trasladaba a otra época. Los cantos litúrgicos escrupulosamente cuidados y la homilía del Cardenal Amigo nos volvían a elevar el espíritu. El cardenal franciscano nos retó a repartir la Palabra de Dios entre nuestros amigos. Era un regalo que no podíamos conservar en nuestras manos. Era un regalo para ser regalado. Dichosos nosotros, elegidos, que nos alimentábamos de Jesús, Camino y Vida. Tras los actos tuvimos un almuerzo de confraternización con nuestra Delegación de Italia. En nuestra mesa tuvimos la suerte de tener a Monseñor Luca Favretto. Lo conocí en el Real Alcázar de Sevilla hace dos años cuando ingresó en San Clemente. Un enamorado de Sevilla a la que viene tres o cuatro veces al año. Disfruta de los paseos por nuestra ciudad como pocos. Le encanta nuestra Semana Santa, pierde la cabeza con la Macarena. Le gusta Triana y su flamenco. La Feria y los toros le apasionan. Trabaja en una parroquia cercana a Turín. Es un hombre de Cristo. Me encantó la habilidad del Cardenal Amigo Vallejo para llegar con su ironía inteligente en italiano con la misma rapidez que en castellano en las palabras que nos dirigió en los postres. Mi apadrinado, por cierto, único español que se cruzaba en Roma, pronunció su discurso de presentación en un perfecto italiano. Me dejó en un muy buen lugar.
Las tardes en Roma las dedicamos a hacer un poco de turismo y recorrer tiendas que también tiene su razón de ser si buscamos evadirnos y desconectar. Me encanta cómo saben vender los italianos. La Via Condotti fue mi perdición. Para qué negárselo. La Plaza de España era un hervidero de turistas. Genial el dependiente negro de Aqua di Parma pulverizando a los viandantes desde el dintel de la puerta como reclamo. Es un ejemplo de la condición de vendedores natos de los italianos. En la ruta me acompañaban mis amigos José María Ruiz y Teresa Rosa Peinado. Geniales. Magníficos compañeros de viaje. Teresa es de esas personas que todos necesitamos cerca. Tiene como siempre digo lo bueno de lo bueno y lo bueno de lo malo. Es tremenda. La amo y tras este viaje un poco más si cabe. Tras una fachada que no deja indiferente y un carácter arrollador encuentro en ella a una mujer con un corazón enorme, sensible y con unos valores que jamás pasarán de moda. Es una persona importante. Entre tiendas no pasamos por alto ninguna iglesia o capilla que nos abordase, empezando, cómo no, por San Pedro del Vaticano. Súper especial el momento vivido en San Marcelo. Allí gustaba ir con frecuencia al Papa y Santo Juan Pablo II. Me postré ante el Santísimo Crucificado que en varias ocasiones ha sido trasladado al Vaticano para presidir encuentros mundiales de católicos. Mágico. El domingo celebramos el Día Nacional de España en Montserrat de los Españoles, con la asistencia del embajador de España ante la Santa Sede, que al día siguiente nos recibiría en la Embajada. La más antigua del mundo, por cierto.
Amigo Vallejo pidió en una emotiva y patriótica ceremonia a la Virgen del Pilar por el Rey, por España y por nuestros gobernantes. La Guardia Civil estaba presente y ante la imagen de la Virgen del Pilar brotaron los emocionantes vivas entre las filas de la Benemérita allí presente. La noche romana no tenía desperdicio y la gente más guapa del mundo posiblemente vivan en Roma. Nuestro viaje terminaría con una recepción en la Embajada de España ante la Santa Sede con nuestro Cardenal. Un Giraldillo de plata fue el obsequio de la Orden que entregamos a nuestro embajador que celebraba su onomástica en manos del Gran Maestre Portector Ad Honorem de la Orden, el Cardenal Amigo Vallejo, además de unos grabados del Convento de Santa Paula de Sevilla, donde tenemos la sede capitular. El Palacio de la Embajada es precioso. Soberbio. Me sentí un privilegiado recorriendo ese Palacio de la Embajada por donde antes Papas y Reyes de España han habitado. Roma nos despedía con un sol en todo lo alto y un calor de primavera que contrastaría con la ciclogénesis explosiva que nos esperaba en nuestra otra Roma que es Sevilla. Deseando de volver a volver.