16 Dic, 2014 | entrevista a

Juan Antonio Ruiz "Espartaco"

En la sevillana Dehesa Maja Vieja hacía un día atípico en puertas de un verano que anuncia su llegada con timidez. Allí nos esperaba un hombre anunciado como gladiador en unos años en los que era el amo indiscutible de las plazas del planeta de los toros. Lejos de aquella cumbre que conquistó como un héroe popular, vive inmerso en sus negocios en un descanso más activo que nunca, en la vida sencilla y en su familia, mástil indisoluble de su existencia. Huye de las cámaras por discreción y se piensa muy mucho cuando rompe el silencio que tanta paz le aporta. Verdadero, honesto, generoso, noble, sencillo, sentimental, apasionado y humilde, aun habiendo saboreado las mieles del triunfo, abre las puertas de su corazón para nuestra revista tras no poco insistirle. Su nombre es Juan Antonio Ruiz Román pero el mundo le llama Espartaco. Un grande, muy grande. 

¿Quién es Juan Antonio Ruiz Román?

Una persona muy normal que escogió una profesión en contacto con el público y que de una manera u otra hizo posible que Espartaco fuese conocido como torero. Juan Antonio es muy normal, de un pueblecito, Espartinas, del que se siente muy orgulloso por haber engrandecido más si cabe el pueblo que le vio nacer.

Con ocho años se puso por primera vez delante de una vaca, con doce toreó por primera vez en público, con quince con picadores y con dieciséis toma la alternativa en Huelva, ¿le compensó dar de lado a su infancia para cumplir su sueño de ser Figura del Toreo?

Hombre, si me compensó personalmente, pienso que quizás no, porque la infancia y la adolescencia nunca vuelven. Por haber hecho feliz a mucha gente y por todo lo bueno que hice para ayudar a mi familia sí me compensó. Ellos me necesitaban y a mí, más que por mí, por ellos sí me compensó. Dejar la infancia y la juventud no me compensó si sólo pienso en mí. Creo que hice mucho por los demás y lo volvería hacer en la misma situación. Por mí mismo hubiera hecho probablemente otras muchas cosas que no me costara mi infancia y mi juventud. Veo a mis hijos con una serie de facilidades que yo no tuve y eso me compensa mucho.

¿Qué es el miedo maestro?

El miedo es todo aquello que te ayuda a estar a la expectativa. No hay que mirarlo como un enemigo, ni como un defecto, hay que verlo como amigo y como incluso una virtud. El miedo te hace ser consciente de que vas a hacer algo de responsabilidad y que lo vas a hacer lo mejor posible.

¿A qué tiene miedo Espartaco?

Tengo que seguir teniendo miedo, porque tengo que seguir luchando por mantener todo lo que he conseguido gracias a Dios, al Toro y al público. Me han dado tantas posibilidades para seguir luchando en la vida que me ha tocado vivir, sea desde la agricultura, la ganadería… y para sacar hoy día todos los negocios que llevo para adelante.  Tengo miedo para poder trabajar más y cuidar más todo lo que me rodea.

¿A qué se dedica el gladiador Espartaco en estos momentos?

Estoy muy dedicado al campo, en la agricultura, en el ganado bravo y en el manso. Es lo que me gusta. Esto da mucho trabajo. Antes era artista y ahora soy un trabajador. Disfruto mucho con todo lo que he conseguido, de mi gente, de mis amigos, disfruto de la vida en general. No soy una persona a la que le guste mucho salir. No es por nada, sino porque estoy más a gusto y tranquilo en mi casa. Soy muy familiar y estoy muy contento y feliz porque amo la vida. Desde que era un niño he luchado por conseguir triunfar de una u otra manera en la profesión que escogí y ahora disfruto al máximo cada día, le doy gracias a la vida.

¿Cómo recuerda aquellos años ochenta en la cima del escalafón de los grandes del Toreo?

Fueron años muy bonitos, extraordinarios, con los que todo torero sueña. Pero no fueron los años en los que más disfruté. Disfruté mucho más en mi niñez en mi pueblo de Espartinas, con mis amigos, con mi gente, mi familia y en mi última etapa de torero. Quizás al estar en los primeros puestos del escalafón no te relajas porque quieres mantenerte, porque te preocupa el qué dirán, por el respeto que le debes al público y por la necesidad constante de querer demostrar que eres uno de los mejores.  Eso es bueno y positivo por una parte, pero es malo porque no te deja ser tú mismo, ni disfrutar. Aprendí a hacerlo con el tiempo y, más aun, tras retirarme. Aprendí en definitiva a valorar mucho más las cosas y estar más tranquilo. Cuando te llega esa tranquilidad es señal inequívoca de que ha llegado el momento de retirarte.  Es el momento porque quizás se te ha ido el ansia de querer pelear para competir con tus compañeros. Lo bueno es que cuando llega esa tranquilidad saboreas más los momentos. No solamente lo tuyo, sino el de los demás. Cuando saboreas mucho más los éxitos de los demás quiere decir que ha llegado el momento de irse por no ansiar ocupar los primeros puestos. Si te soy sincero me quedo con los últimos años por lo que disfruté realmente.

Dicen las crónicas de la época que era muy inconformista, ¿recuerda alguna vez haberse dado el sobresaliente?

Muy difícil. No solamente por haber salido bien la faena ya me sentía satisfecho. Había ocasiones en las que no me encontraba a gusto pese al triunfo. Cuando era comprendido y no triunfaba me encontraba mucho mejor. Me guiaba mucho por el patrón y las exigencias de mi padre. Si mi padre o yo no estaba contento conmigo no me importaba haber cortado orejas. Digamos que no eran tan bonitos los triunfos si no estaba mi padre o yo satisfecho con lo que había ocurrido en la plaza. Me ha interesado obviamente el triunfo, pero mucho más el triunfo de cara a mi padre y a mí mismo, a lo que sentía dentro de mí. Tenía siempre un respeto máximo al público y era ese respeto el que me hacía siempre dar un paso más adelante de lo que quizás podía. Cuando das un paso más adelante porque quieres agradar no siempre eres comprendido. Como cuando he intentado estar a la altura con un toro que no permite hacer lo que tú quieres y no se me ha comprendido. Siempre lo he hecho por el mayor respeto al público. Para mí era mucho más fácil tirar por la calle de en medio y no lo hice. Es difícil ser honesto, en el toro como y en la vida. Se torea como se es. A veces la honestidad no es comprendida inmediatamente, a la larga sí, siempre.

Tras años batiéndose la vida en los ruedos del orbe taurino es una lesión de rodilla ocasionada en un partido de fútbol la que le retira de las plazas de toros, ¿qué hubiera pasado si no hubiese tenido aquel accidente?

Me hubiera retirado igualmente, pero a lo mejor no le hubiera dado importancia a todo como después de aquella lesión de rodillas. Cuando estás con un problema físico, a todo lo que hacías antes le das más valor. En un principio te entristece y te hace daño, pero con el tiempo llegas a ser consciente de lo que has hecho y de lo que puedes hacer. Mi lesión de rodillas me hizo darle valor a las cosas importantes de la vida.

¿Se imaginó un descanso del guerrero como éste como ganadero?

No, nunca. Yo siempre tenía actividad y en la cabeza entrenar, torear y viajar para torear y triunfar. Ahora tengo muchas más cosas que hacer que antes, porque antes mi dedicación era en exclusiva a entrenar y al toro y tenía tiempo para más cosas. Hoy en día, desde que me despierto hasta que me acuesto me faltan horas. No es un descanso este momento, descansaba más en activo. Quizás paso menos miedo pero tengo más responsabilidades que tengo que asumirlas y que dependen mucho de mí y eso me preocupa mucho.

Acaba de publicarse su biografía «Juan Antonio Ruiz Espartaco. El largo y difícil camino del éxito», obra de Rafael Moreno Cereijo. ¿Qué podemos  encontrar en este libro?

Simplemente es una biografía profesional. Rafael Moreno a parte de mi apoderado ha sido mi amigo toda la vida y ha estado en los momentos más bonitos y difíciles de mi vida, profesional y personalmente. Hemos entablado muchas conversaciones a lo largo de muchos viajes juntos y ha vivido y visto mucho junto a mí. La idea de llevarla a cabo era porque quería que de alguna manera mis hijos supieran quién es su padre y su trayectoria. No va más allá. No se pretende nada más. También lo hice pensando en los chavales que quieren ser toreros y les llega el desánimo, para servirles de ejemplo. La vida es muy difícil pero con tesón y la ayuda de Dios siempre llegan oportunidades que hay que saber aprovechar.

 ¿Es creyente Espartaco?

Sí, creo en Dios. La educación de mis padres me legó esa fe y rezar me ha ayudado mucho.

¿Qué valoración hace de su padre?

Mi padre es un enfermo del mundo del toro. La valoración que tengo de mi padre ahora es mucho más importante que la que tenía antes. Mi padre era una persona que me exigía muchísimo y que me complicaba mucho la vida (risas). Adoro a mi padre porque es de las personas que más me quieren, cuidan y me esperan. Mi padre como mi madre son decisivos en mi vida. Él fue muy duro conmigo para enseñarme cómo era la vida, que no era un jardín de rosas. Mi padre ha sido muy importante en mi vida. Mi padre conoce mis sentimientos. Sabe cuando no me encuentro bien, cuando puedo estar triste o cuando algo me puede hacer daño y él que me vio fuerte delante de un toro y me sigue viendo fuerte sigue cuidándome como a un hijo a pesar de tener ya cincuenta años (sonríe). Él no deja de protegerme. Están cambiando las tornas porque quizás me esté cuidando más que cuando tenía menos edad, quizás porque me ve algo más vulnerable. Él sabe los esfuerzos que he tenido que hacer y de alguna manera me los quiere compensar constantemente.

¿Tenemos en Juanito Ruiz de Rato a un torero en potencia?

(Risas). A Juanito le encanta el campo y a mí me encanta que le encante el campo y que respete la profesión de torero. Si alguna vez decidiese ser torero, imagínate, iba a dar la vida si hiciese falta por ayudarlo, por acompañarle y mimarle. Me gustaría que ya que tiene otras oportunidades en la vida que las cogiese y que tuviese una vida diferente a la que yo tuve. No es que yo no me sienta orgulloso de la vida que tuve y del mundo que tengo o de la educación taurina que recibí. Ahí están los chavales que empiezan que tienen una educación extraordinaria. Me gustaría que optase por otros caminos. Lo miro y lo veo tan pequeño que me causaría mucho dolor pensar que quisiera ser torero como su padre. Lo pasaría francamente mal. Prefiero que siga estudiando (sonríe).

¿Quiénes son Alejandra, Isabel y Juanito?

Las personas más importantes de mi vida. No hay nada más importante por delante de ellos. Son mi prioridad. Sin ellos mi vida no tiene sentido. (Respira hondo)Son lo más grande que tengo, lo más grande. Alejandra, Isabel y Juan son mi felicidad, mi motor…

¿Qué llena el hueco que dejó el toro en la vida del maestro Espartaco?

La sensación de cariño de la gente. La gente ha sido siempre muy cariñosa y respetuosa conmigo. Con todo lo que haya podido pasar en lo profesional y en lo personal. La gente sabe mi vida y han podido estar o no de acuerdo conmigo, pero  cuando voy por la calle me siento muy orgulloso por mis hijos, no por lo que haya podido alcanzar como torero, sino por lo que transmiten cuando me ven. He luchado toda mi vida porque el día de mañana hubiesen calado todos los esfuerzos y todas esas tardes… No como torero, sino como persona. Mi gente, la afición me sigue haciendo pensar que estoy en activo. Vas en el coche o llegas a algún sitio y la gente te recibe exactamente igual que cuando toreaba. Me emociona porque mi brillo como torero se fue. Ese momento en la cumbre pasó. Ya no estoy en el candelero. Ya no soy figura. La gente me sigue queriendo. Me hace mucha gracia cuando Juanito va conmigo y dice: «No llaméis a mi padre Espartaco que se llama Juan Antonio» (risas). Soy Juan Antonio y nunca he ido de nada más. Tengo la satisfacción de haber cumplido con mi deber. Libre conmigo mismo.

En muchas ocasiones ha estado en el centro de la diana mediática muy a su pesar, ¿cómo ha lidiado esos momentos?

Callando, en silencio. Hay una situación en mi vida que nunca, jamás, hubiese deseado. Nunca he vendido nada. Siempre he estado en silencio. El silencio como la honestidad es difícil. Es una carga que te cae encima y cuesta mucho, porque a veces el que calla otorga y auto inculpa. El tiempo pone todas las cosas en su sitio, las aguas acaban volviendo a su cauce y todo y todos caen por su propio peso. El tiempo es el mejor juez que existe. El silencio y el tiempo es lo que he empleado en los momentos difíciles.

¿Cómo ha llevado siendo notoriamente tímido el ser el centro de tantas miradas?

Tú lo sabes, soy muy tímido. A mí me invitan a casi todo e intento cumplir con todos pero me sigue costando mucho. Me cuesta mucho quizás por eso salir. Ahora que llevo unos años retirado del toro quizás me cuesta más. Mis hermanas me empujan siempre para que salga para cambiar de aire pero me cuesta por mi gran timidez.

¿Qué espera de sus hijos?

No espero nada. De mis hijos tengo todo. Tengo el amor que tienen a su padre. Tengo el que les tengo a ellos. Quiero que aprueben sus exámenes y saquen sus carreras para adelante (sonríe).

¿Qué consejos les da?

Les doy y pido disciplina. La disciplina, el esfuerzo y el respeto a todo y todos, como mi padre conmigo. Le pido a Dios que sigan amando y respetando todo lo que les rodea como lo están haciendo.

¿Tiene una receta para ser feliz?

No porque además feliz, feliz, nunca se es y también me daría miedo pedir más cosas de las que tengo. Hay mucha gente que necesita la felicidad más que yo.

¿Cree aun en el amor?

Yo sí creo en el amor. Creo en querer a una persona más que en el amor. Yo creo en el amor, porque indudablemente tengo que creer y porque estoy rodeado de él, pero creo mucho más que en el amor en el querer. El querer está por encima del amor, la capacidad de entrega con una persona. Puedes estar enamorado de una persona y amarle y pasar por lo que sea, pero el querer es para toda la vida.

Maestro, ¿podría decirme por último algo que no se sepa de usted?

Que no se sepa… Creo que de mí se sabe todo (sonríe). Las personas que realmente me conocen saben todo sobre mí y no hace falta que les diga nada. No guardo nada y si guardo algo es por respeto y por no hacer daño. Si guardo algo es porque creo que es mejor guardar que sacar a relucir, que comentar, que decir… Pero en cuanto a mi persona no hace falta que diga ni mucho ni poco porque la gente que me conoce sabe como soy y como soy con mis defectos porque no soy perfecto y con mis errores que los he cometido, como todo el mundo. La gente me conoce como soy, sobre todo mi familia y la gente que me quiere.

PERFIL:

¿Un libro?

Memorias de Áfric , lo sigo ojeando cada día. El campo, el aire, te transporta a un mundo maravilloso. La respiración que sale de sus páginas es parecido al de este lugar donde estamos y vivo.

¿Un color?

El blanco, siempre el blanco. Me da sensación de limpio y de paz.

¿Un día?

Los días más importantes de mi vida son los que nacieron mis tres hijos.

¿Una película?

Yo creo que también por la banda sonora Memorias de África.

¿Un plato?

Soy mucho del pescado. La lubina a la plancha me gusta muchísimo.

¿Una ciudad?

Sevilla.

¿Un lugar?

Quizás Cartagena de Indias.

¿Un personaje histórico?

Dos, Joselito «El Gallo» y Belmonte. Me apasiona aquella época y esos dos toreros por distintos aspectos.

¿Una frase?

«Aprende a ser yunque para cuando seas martillo». Es una frase que en mis momentos difíciles siempre me decía Paquirri.

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