TORERO ESPAÑOL: “SER TORERO ES ALGO ÚNICO, MUY POCOS LLEGAN A SERLO”
Hay despedidas que no son un punto final, sino una firma al pie de una vida vivida con pasión. Martín Pareja Obregón ha dicho adiós a los ruedos donde tanto dio y tanto recibió, en una tarde que no solo fue un homenaje a su figura, sino una celebración de su legado. En la entrañable localidad de Higuera de la Sierra, donde el toreo se funde con la esencia popular de Andalucía, se selló una jornada inolvidable: toros, flamenco y emoción al servicio de una causa noble, arropando al maestro en su última faena pública. Fue, como él mismo lo dijo, “cerrar el círculo”, el regreso al origen, con el corazón colmado de gratitud y recuerdos.
En el Hotel Colón de Sevilla, templo taurino de tantas esperas y confesiones, se presentó este emotivo festival benéfico que reunió a nombres ilustres del toreo y del arte jondo, pero sobre todo, a amigos y compañeros que reconocieron la estatura artística de Pareja Obregón. Nieto de “El Espartero”, hijo de Juan de Dios Pareja-Obregón y sobrino del maestro Joaquín, Martín fue siempre más que un torero: fue un hombre de sensibilidad flamenca, de alma creativa, que entendió el toreo como una forma de expresión espiritual.
Su despedida no ha sido un adiós a la arena, sino un brindis sincero a la vida, a sus raíces y a ese pueblo que lo vio torear por última vez con la misma verdad con la que debutó. Porque, como él mismo afirma, “ser torero es una forma de vivir la vida”. Y esa vida, ya forma parte de la historia.
Maestro, tras una vida dedicada al toro, ¿qué ha significado para usted despedirse en un lugar tan simbólico como Higuera de la Sierra y, además, en un festival benéfico?
Ha sido una despedida cargada de emociones encontradas: triste, porque pongo fin a mi profesión, y a la vez muy alegre, porque fue un adiós lleno de triunfo. Todo salió maravilloso. Quise cerrar el círculo en un festival benéfico en un pueblo humilde de Huelva, igual que comencé, y hacerlo a beneficio de la Fundación Padre Leonardo Castillo fue una enorme satisfacción para mí.
El cartel de su despedida se presentó en el mítico Hotel Colón de Sevilla, todo un templo del toreo, ¿qué sintió al ver tantos rostros amigos reunidos en ese acto?
Fue muy emocionante, me tocó profundamente. Vi a muchos amigos, compañeros, periodistas… Fue muy especial comprobar que, incluso en mi último día, aún hay quienes me valoran y acompañan. El Hotel Colón ha sido siempre parte de mi historia: allí me he vestido muchas veces antes de torear en Sevilla. Me trajo recuerdos muy bonitos.
Su alternativa, aquel Domingo de Resurrección de 1991 en la Maestranza, fue histórica, con padrinos como Curro Romero y Espartaco, ¿cómo recuerda ese momento?
Parece mentira que hayan pasado más de 30 años. Para un torero sevillano, tomar la alternativa un Domingo de Resurrección en la Maestranza es lo más grande. Y hacerlo de manos de Curro Romero, que ha sido casi de la familia, y con Espartaco, un compañero y persona extraordinaria, fue un sueño cumplido. Aquello era inalcanzable para mí y lo viví como la mayor ilusión de mi vida.
Pertenece a una familia profundamente vinculada al arte, ¿cómo ha influido ese legado en su forma de entender el toreo?
La verdad es que los Pareja-Obregón somos una saga de artistas: ganaderos, poetas, músicos, toreros, rejoneadores, etc. Y eso se lleva en la sangre. A mí me tocó ser torero como mi padre y mi bisabuelo, “El Espartero”, que murió en la plaza de Madrid. También mi tío fue rejoneador. Era algo natural, me apasionaba, y al final lo conseguí. Torear 23 veces en Sevilla, matar 6 toros en esa plaza, compartir cartel con figuras como Curro Romero o Espartaco; eso es algo que me llevo para siempre.
Además de su trayectoria en los ruedos, ha tenido presencia en televisión y en los escenarios junto a Bertín Osborne, ¿dónde se ha sentido más libre: delante del toro o ante el público en otros formatos?
En ocasiones me siento más cómodo frente al toro que frente a las cámaras, aunque depende mucho del programa de televisión. Pero claro, el toro es vida o muerte, no tiene comparación. Son dos escenarios muy distintos, pero en ambos he logrado sentirme a gusto.
Muchos lo definen como un torero con “alma flamenca”, un artista más allá de los números, ¿ve el toreo como una forma de expresión espiritual?
Totalmente. El toreo es una expresión del alma, algo muy espiritual. Es transmitir lo que uno lleva dentro, hacer sentir al público. Es un rito, una forma de vivir. Ser torero es algo único, muy pocos llegan a serlo de verdad.
En los últimos años, ha aflorado con fuerza su faceta de compositor, con villancicos como ‘El niño Jesús nació en Triana’, ¿cómo nació esa vena musical?
Desde pequeño he escrito, porque mi padre era poeta, pregonero, escritor… Yo también he sido pregonero, he escrito sevillanas, rumbas, etc, un poco de todo. Entré en el programa de Bertín y me propusieron cantar un villancico. En vez de elegir uno, lo escribí. Bertín se enamoró del tema, de hecho, lo grabó y lo hemos cantado juntos en El Hormiguero. Fue algo improvisado que tuvo un éxito inesperado.
A través de programas como ‘Así es mi gente’, ha redescubierto Andalucía desde una mirada entrañable, ¿qué ha aprendido del pueblo andaluz desde esa otra perspectiva?
Ese programa fue idea mía: lo produje, lo presenté, lo grabé; visitábamos pueblo por pueblo, sobre todo en Sevilla, Cádiz y Huelva. Fue un éxito porque enseñábamos la cultura local, entrevistábamos a sus artistas, al alcalde, al carpintero… Mostrábamos el alma del pueblo. Aprendí muchísimo de esa Andalucía más auténtica.
¿Cómo está viviendo este nuevo presente, ya alejado de los ruedos? ¿Qué le ilusiona ahora?
Ahora quiero tranquilidad. Disfrutar de la vida sin tantas responsabilidades, estar con mis hijos, pescar, cazar, montar a caballo… Son mis aficiones de siempre. Torear algo en el campo, por diversión, quizás, pero sobre todo quiero paz.
Y si tuviera que quedarse con una sola imagen o sensación de todos estos años como torero, ¿cuál sería?
Sin duda, el día de mi alternativa. Fue algo inalcanzable para mí y se hizo realidad. También el día que debuté en Sevilla y me tocaron música con el capote. Eso se lo hacen a muy pocos toreros, y ese recuerdo me lo llevo grabado en el alma.
Texto: Carlota Acuña
Fotos: Gerardo Morillo