13 Mar, 2024 | Blog

Fue en el año 1982 cuando entre los antiguos muros de San Antonio de Padua nace, desde la Diputación de Caridad de la Hermandad del Buen Fin, un proyecto lleno de ilusión con el objetivo de cambiarle la vida a muchas personas. Al diputado de Caridad de aquel entonces, su profesión de neurólogo lo había llevado a conocer una necesidad desatendida en la sociedad: la atención médica de menores nacidos con discapacidad cuyas familias no podían costear tratamientos privados, la única opción disponible en aquellos tiempos.

La sugerencia resonó en la Junta de Gobierno con mucha fuerza, provocando una amalgama de emociones que iban desde la esperanza hasta la aprensión. Por un lado, la idea de extender la mano de la caridad hacia aquellos más vulnerables encendía una chispa de entusiasmo y solidaridad; por otro lado, flotaba la sombra de la incertidumbre económica, pues este nuevo proyecto desafiaba los límites convencionales de lo que la caridad significaba para las hermandades.
Así, con un delicado equilibrio entre la audacia y la cautela, la Hermandad del Buen Fin se comprometió a llevar a cabo esta noble obra, como es el centro de atención temprana Cristo del Buen Fin, sabiendo que no solo estaban cambiando la vida de unos pocos, sino que estaban abriendo un camino nuevo y luminoso hacia el futuro.
Lo que comenzó como una semilla modesta pronto floreció en un jardín de esperanza y amor. Desde los tres primeros niños que recibieron atención, el impacto de esta iniciativa se propagó como un reguero de luz en la oscuridad. En poco tiempo, el centro de la Hermandad se convirtió en un faro de esperanza para casi cuatrocientos menores, ofreciéndoles tratamiento médico gratuito y devolviéndoles la sonrisa que la adversidad, a veces, había intentado arrebatarles.
Según cuenta el actual director del centro, Javier Vega de la Peña, el objetivo de esta obra social es “proporcionar a menores nacidos con discapacidad los tratamientos necesarios para salir adelante a pesar de su desfavorable situación”. Atiende a menores que presenten cualquier tipo de discapacidad con diagnóstico tales como encefalopatía, macrocefalia, hipoacusia, síndrome de Down, síndrome de West, espina bífida, trastorno del espectro autista, etc.
Pero no solamente se atienden las necesidades del menor, sino que, en muchas ocasiones, es también necesario dar un apoyo psicológico y, también, humano a las familias. Por ello, también se ocupan de hacer llegar a las familias toda la información posible para que, cuando estén en casa, puedan seguir “trabajando” con el menor según las directrices que, en cada momento, le marque su terapeuta.

En la actualidad, atienden a menores con edades comprendidas entre los quince días y once años, a los que se imparten en conjunto un total de treinta mil sesiones de tratamiento individual al año, gratuito para las familias a pesar de la lenta rotación, ya que un menor puede llegar a ocupar una plaza durante once años. Hasta el momento han sido ya tratados en este centro cerca de cuatro mil menores.
El director ha destacado que “teniendo en cuenta la envergadura de esta obra, la Hermandad del Buen Fin designa una Junta Directiva para gestionar aquella, todos cuyos componentes lo hacen, como es natural, como voluntarios y, por tanto, de forma totalmente desinteresada”.
Además, los tratamientos son impartidos por veintiún profesionales titulados contratados para este fin, en cuyo conjunto se integran Psicólogas, Psicopedagogas, Logopedas y Fisioterapeutas.
Vega de la Peña ha resaltado que en su nacimiento “esta labor se comenzó a desarrollar en la propia Sala Capitular de la Hermandad, pero ante la inmediata acogida de nuevos beneficiarios, hubo de alquilar un local externo para dedicarlo a este fin. Tras varios cambios de ubicación debido al continuo crecimiento, la Hermandad compró unos locales que, años después, también resultaban insuficientes”
Como consecuencia de la reorganización de las comunidades de la Orden Franciscana, el que fuera Convento de San Antonio de Padua, fue cedido a la Hermandad para ubicar en él este Centro. Y así, tras las correspondientes obras de adecuación, se dispone en la actualidad de dieciséis salas de tratamiento individual, dos alas de recepción y espera, una sala de formación, otra multisensorial, sala de psicomotricidad y sesiones de grupo, sala de dirección, sala de terapeutas, cinco aseos y almacenes y archivos. Todas las salas de tratamiento están dotadas del necesario mobiliario adaptado a los menores tratados y material técnico para los tratamientos.
“Aunque esta obra acumula ya más de cuarenta y un años de existencia continúa siendo, como es lógico, la gran ilusión y, por qué no decirlo, el orgullo de los componentes de la Corporación. Es indudable que, tras el culto y devoción a sus Sagrados Titulares, esta obra social es considerada por todos los hermanos como la actividad más importante de la Hermandad” ha apostillado el director.

Texto: Fernando Copete

 

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